-Inestable-


Fotografía obra de Alejandro Hernández.

Que risa da nuestra constante disfuncionalidad,
el inevitable suceso de que estemos ligados a lo incoherente.
Quizás así se torna todo más emocionante.
Pobrecitos los ángeles por no contar con nuestra naturaleza.

***

-Un día como hoy-

He realizado esta grabación con el fin de hacer algo distinto por el hecho de que Café y Arepas cumpla su primer año de existencia. Un día como hoy, nació esta cuestión. 


-No fue por obra y gracia-


Fotografía obra de Génesis Pérez 

Queríamos ser Dios, queríamos llegar a sentir la gloria de poder crear algo de donde no había realmente nada. Quizás el ego nos había consumido, pero estábamos ciegos para lograr si quiera darnos cuenta. Podíamos verlo, podíamos casi tocarlo, y dentro de un tiempo también lo oiríamos. Los estudios habían avanzado de manera sigilosa, lejos de la humanidad que estaba afuera y que ni siquiera se imaginaba que dentro de aquel lugar ocurrían el tipo de cosas que nosotros llevábamos a cabo. Sin embargo, para nosotros era una realidad todo aquello. Ya no nos preocupábamos  por las guerras que debían de estarse realizando a lo largo del mundo, tampoco por la escasez de comida que debía de haber en los países más pobres, todo aquello ya nos daba igual. Era simple, lo que hacíamos en aquel momento era trascendental en comparación.

-Más allá del acá-



Fotografía obra de Génesis Pérez 

¡Lo decidió y ya no hubo vuelta atrás! Supongo que surgió como una idea liberadora que germinó en miles de proyecciones mentales hacia el futuro. Cómo se darían los acontecimientos, en realidad, solo se podría saber con el pasar del tiempo. Él estaba cansado de su mundo, de su destino llevado de la mano por la infelicidad inducida, de cada mañana y cada tarde iguales a las del día anterior. Entonces no sé qué habrá visto, qué pudo haber pensado o vivido, que lo hizo cambiar de mentalidad tan radicalmente. Su su percepción de las cosas no volvió a ser la misma. Yo era su vecino.

-Dos puntos y una D mayúscula-


Fotografía obra de Alejandro Hernández.

Es curioso cómo podemos llegar a vivir infinidad de cosas y que aun así dejemos pasar en ocasiones lo más básico y simple que se podría encontrar. Esto surgió en mi mente de forma espontánea pero no permaneció en ella como un simple pensamiento más. Al contrario, se implantó como un misterio enigmático de esos que nos convierten en verdaderos filósofos. Yo no sería entonces un pensador (desde el principio ni siquiera me gusta cómo suena tal título) común y corriente, como todos los que han pasado por esta humanidad; yo sería distinto en cuanto a este asunto de las cosas simples que el universo proporciona. Entonces a pesar de haber pensado en muchísimos elementos que rodean el entorno de cualquier individuo, he centrado mi atención en una de las más bellas formas de expresión humana: la alegría. No sé realmente como he llegado a pasar por alto tal magnificencia durante tantos momentos complejos que la vida ha presentado, solo reconozco que en aquellos de igual naturaleza en los que si la he tenido presente, el recorrido se ha tornado más bonito. Esa última palabra también refleja belleza pura, por eso la utilizo en esta ocasión.

-Espejo del futuro-


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

-El tiempo se vuelve el enemigo cuando uno trata de lograr algo. Todo pasa rápido e incluso sin gran notoriedad mientras sabes que afuera hay un mundo moviéndose sin ti. Eso es algo que procuramos obviar, me refiero al hecho de que lleguemos a entender que ese mundo continuará existiendo así esté uno presente en él o no. Creo que es parte de nuestra naturaleza querer hacernos un lugar entre las memorias, intentar vivir en mentes de tantas generaciones futuras se pueda. Hay que ser precisos en nuestros pensamientos, mejor dicho, hay que ser precisos en todo lo que se pueda. La verdad es que perdernos es muy fácil, abandonar nuestro norte (por llamarle de alguna manera a nuestras metas) es algo muy común. Por eso hay que estar pendientes en todo momento- así comenzó la conversación entre el viejo y el muchacho. El primero de estos era el que había hablado primeramente, luego de un rato, el segundo contestó:

-Dibujo rápido-


Fotografía obra de Génesis Pérez 

Cuando esta noche empezó, surgió la necesidad inminente de algo distinto. No entendí al principio a que se refería este nuevo impulso pero la respuesta terminó por llegar de la misma forma que lo ha hecho antes, es decir, por mera coincidencia. No pretendo ser grande ni alcanzar gloria aparente, pero si quisiera tener alegría, quisiera creer que los cuentos no se equivocaban con él “y vivieron felices para siempre…” Quizás por eso es que continuo sonriendo entre toda esta niebla que a veces se hace espesa y no me deja ver. Esto no sería cuestión de rebeldes caprichos que intenten derrotar al más aún caprichoso destino, esto sería algo más profundo que incluso podría compararse con la naturaleza misma del Ser. Entonces la quietud se vuelve enemiga porque la necesidad de salir y luchar contra todas las adversidades se vuelve inevitable en nuestros pensamientos. Allí es donde entra la cuestión del valor y las otras cosas sin sentido que propone la aventura; como escuchar una canción que nos inspire cada mañana o mirar el atardecer apreciándolo como a una obra de arte. Cosas simples en conclusión, serían las que nos motiven y llenen de inspiración en esta vida, todo porque somos iguales que los que ya pasaron y porque entendemos que vale la pena todo sacrificio, siempre y cuando éste vaya en pro de un sueño.

En esta ocasión no hay mucho de qué hablar con el espejo que tengo al frente, sino el breve dibujo de letras hecho con anterioridad. De la necesidad de poder actuar para así lograr un futuro deseado, es que sentí las ansias de recomenzar. Y mientras se pasa la vida entre suspiros de triste color, ¿qué desventaja podríamos tener para no lograr cualquier cosas? Ninguna, eso es lo bonito del asunto. Quiero decirte que lo he pensado mucho (quizás demasiado) y he podido descubrir que las cosas son más fáciles y sencillas de lo que a veces pensamos, por eso no invertiré más tiempo en lo problemático. Proseguiré en esta nueva etapa junto a ti y junto al que se quiera unir a la causa de soñar y creer en sí mismo. Por un mundo mejor y por una existencia más alegre, que así sea. 

-Plurima mortis imago-


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

Estuvimos en ese sitio de “encuentro estratégico” durante menos de media hora. Aquel lugar de «estratégico» no tenía nada, solo era un bar de mala muerte poco frecuentado pero perfecto para nuestra reunión. ¿Podía importar el lugar en el que nos encontrábamos? Para nada, solo importaba la determinación de todos los presentes.  Hacía ya una semana y tres días que se habían llevado a siete compañeros durante una de nuestras manifestaciones. Entre humo por los cauchos quemándose, golpes de guardias, piedras lanzadas, bombas caseras explotando, descontrol y gritos, los militares habían logrado llevarse a nuestros amigos. Por poco me atraparon a mí y a Manuel, pero nosotros fuimos más rápidos y logramos abrirnos paso entre el disturbio. Ahora había llegado el momento de aquella reunión, en ella se intentaría discutir el plan de acción que se realizaría a continuación. Aunque ya prácticamente todos presentíamos cual sería la conclusión esta vez, fue Casimiro el primero en hablar:

-Bien, sabemos lo que ha ocurrido, sabemos que ya no tienen contemplación alguna para con nosotros, la cuestión es ¿Qué hacer a partir de este momento?

-Tepui de mis deseos-


Fotografía obra de Génesis Pérez 

Anocheció y por primera vez yo pude ver un cielo lleno de estrellas. Incluso en un evento tan común como éste, todo en aquel lugar era completamente diferente a la ciudad. Es lógico que así fuese, me encontraba en la Gran Sabana. Por fin se había hecho realidad aquel viaje en donde pagaría la promesa de no morir sin antes pisar aquella tierra. Todo a mí alrededor me parecía una ilusión, un sueño que había imaginado mucho tiempo sin esperar que pudiese hacerse realidad. En aquel momento en el  que por fin me encontraba allí, daba con que aquel paraíso virgen si existía después de todo. Ahora bien, debo aceptar que la mayor sorpresa de todo no fue todo lo verde visto por los ojos, las caídas de agua o los atardeceres que achicaban el corazón; ésta término siendo conocer a Valeria. Pude entender desde el principio que ella (como muchas personas a las que había podido conocer) no veía el mundo como los demás.  Entonces ya nos encontrábamos en la posada después del último día de recorrido y a la mañana siguiente todo el grupo volvería a sus respectivas ciudades para continuar con sus  vidas. Esa sería la ocasión en la que podría hablar con Valeria por última vez. Aquella noche ella me iluminó de cosas en las que nunca había pensado y sabía por suerte que contenían una sabiduría milenaria descubierta por simple intuición.

-Un nuevo mundo-


Fotografía obra de Verónica Rodriguez.

Galo se miró al espejo y le costó dar con que aquel era su reflejo, entendía pues que las musas estaban por consumirlo. Al fin reparaba en nuevos descubrimientos y es que el largo exilio en el que se había inducido ya había echado raíces en su cabeza. Todo por intentar ser diferente, por buscar ilusiones que ya le parecían espejismos, por esperar respuestas a preguntas nunca hechas. Sus ojeras delataban innumerables insomnios en noches fugases y sus ojos el cansancio por estos.  No era ya el individuo que antes pretendía ser o por lo menos así no se sentía; definitivamente algo había cambiado. Allí, parado mientras observaba como el mismo parecía un cascaron vacío, pudo ordenar sus pensamientos y (después de tantos días de encierro dentro de la Republica que significaba su propia casa) fue sincero consigo mismo. Recordó la valentía, la verdadera y máxima expresión de ésta, que no era otra cosa que enfrentar los momentos más oscuros con una sonrisa y la certeza interna de que todo mejoraría. En ese factor, la valentía, el mismo erró durante un largo tiempo, al obviarla apenas surgía algún imprevisto en el viaje hacia sus sueños. En cuanto a ese otro conjunto de elementos que constituían sus sueños, logró concluir que eran anhelos del alma, tal y como antes hubiese escrito en un papel que luego tiraría a la basura. Darse el lujo de no luchar por ellos era aceptar su poca fe en sí mismo; él aún tenía un guacal de ilusiones y querencias por los que nadar contra la corriente.