-Manual rebuscado-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Sumido entre tantas cosas, entre la rapidez de los días que a veces no se detiene ni los domingos más domingos, fue llegó la idea de hacer un manual de vida misma. Al principio no supe si debía llamar así al conjunto de hábitos que componen dicha idea, luego recordé que en realidad podemos hacer lo que se nos venga en gana. Mediante este último pensamiento me di cuenta de que también debía nombrar como quisiera lo que quisiera. Eso, decirle a las cosas como queremos, es un acto tan simple que concentra incluso libertad. Pero volviendo al tema, el manual llegó inesperadamente. Tal vez fue en forma de película, de chiste, de canción, de viaje, de lagrima o de cualquier otra cosa, lo importante es que gracias a él pude sobrellevar mejor las situaciones que se presentasen.

-Directo-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

A pesar de retroalimentarme de la esperanza que yo mismo formulo, llego a pensar que todo esfuerzo será siempre en vano, que el final decaerá nuevamente en la misma tragedia. Lo más rápido que puedo, intento alejar tales pensamientos, apenas acabo de montarme en el bus y no quiero que mi trayecto termine en depresión.  Afortunadamente conseguí un asiento libre en el viejo armatoste que me transporta, por lo menos no tendré que ir parado como comúnmente ocurre. Me recuesto a la ventana y me sumo en un nuevo mar de pensamientos. Siempre he creído que en momentos tan comunes como estos, es en donde en realidad podemos inducir nuestra mente a la verdadera meditación.

-Crónica de una madrugada azul-

Fotografía obra de VARL Photography.

Sábado de fiesta otra vez. Pestañeo y ya voy en camino hacia el sitio, mi concentración divaga por la expectativa hacia lo que ocurrirá. Mientras esa noche es aparentemente común para muchos, algunos otros sentimos que somos estrellas girando en el universo. De nosotros dependerá el brillo que emanemos.

-¿Faltará mucho?-


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

 No puedo continuar almacenando tantos pensamientos. Mi mente, tan eficiente en el pasado, parece quedarse corta en este momento. Mientras que el noticiero en la televisión relata cómo el mundo se está derrumbando, yo me levanto y salgo al porche. Las nubes del atardecer continúan apáticas a todo lo que ocurre debajo de ellas, así han sido siempre. Seguramente saben que son inmortales, que su existencia sobrevivirá luego de todo lo demás. Los hombres en cambio no lo somos, estamos atados a infinidad de cambios y variaciones en esta vida. En fin, hasta ahora lo entiendo: estamos indefensos. Con cada día que pasa me hago más viejo y soy una víctima del  pasado, de los recuerdos y peor aún, de vivir de ellos. Comprendo que ese destino es el destino natural de las cosas, aun así no puedo evitar el querer oponerme a él.


-Tres puntos suspensivos y aparte-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Ya no distingo entre lo real y lo etéreo, entre el café que ahora estoy tomando y la forma de una nube que vi cuando era niño. Ahora todo se torna tan confuso, tan inestable, tan lleno de mareos que van y vienen por querer encontrar respuestas esquivas. ¿Por qué tuve que nacer con esta forma de ser? Esa interrogante se vuelve en ocasiones el pan de cada día, en otras oportunidades simplemente me da igual. De eso, de mi propia inestabilidad, intento cuidarme siempre que puedo. Ahora no queda de otra sino verme al espejo e intentar descifrar algo que si sea estable. Algo que me impulse a reinventar este nombre que otros escogieron sin preguntarme. Esta herencia que llevo en la conciencia por haber nacido en este pedazo de tierra. Esta época que me tocó vivir y con la que no me siento mal, pero que tampoco me complace completamente. Ahora que lo pienso, probablemente esa podría ser la cuestión: mi inconformismo está llegando a niveles preocupantes hasta para mí mismo.

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-Decimo piso-


Fotografía de Víctor Alfonso Ravago 

Mientras tanto seguía lloviendo y el cielo estaba tan nublado que hasta daba tristeza. Mi oficina en aquel entonces tenía una ventana grande que permitía una vista amplia del centro de la ciudad. Aún me desempeñaba como periodista y eso me servía para sobrevivir, aunque el trabajo en si no me hiciera para nada feliz. Mejor dicho, realmente odiaba tener que hacer algo que no me gustaba y tal era el caso de ejercer esa profesión que yo no había elegido, sino que mis padres me obligaron a estudiar. Había soportado tanto tiempo allí porque la vida resultaba cada día más costosa y las opciones de empleo eran tan limitadas como las de que dejara de llover en aquel momento. Qué situación tan problemática.

-Rebeldía y pasión setentera-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

  El viejito estaba sentado esperando a que llegase su turno mientras al lado suyo la viejita buscaba los lentes en su cartera.  Cuando por fin los atendieron después de estar sentados un rato largo, lo único que les dijeron fue que no les darían el crédito que estaban solicitando, que no cumplían con los requisitos y que las políticas del banco eran muy concretas en ese aspecto. Pertenecer a esa categoría denominada como “tercera edad” les acababa de restringir otra cosa más en la vida. Parecía que ya no eran suficientes la mala memoria y los movimientos lentos de los que disponían por su condición de ancianos. La viejita no dijo nada cuando salieron de la oficina, solo camino a su lado como siempre lo hacía cuando salían juntos, con una mano tomando a la del hombre y la otra apoyándose del bastón. El tiempo los había llevado a ese punto en el que ya no se poseen sino canas en el cabello, parecía que era mentira que llevasen tantos años juntos.


-Mucho más que tres inventos-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Luego de que logras entender que este momento es único e inigualable, pasas a pensar en la realidad de que también es trascendental. Me refiero a que todo lo que se efectué en este momento conllevará a una reacción que sustituirá lo anterior.  Abro esta nueva cuestión bajo ese principio porque hablaré sobre Arte, aquel elemento escondido entre tantos parpados de soñadores inagotables. Admito no saber cómo desarrollar algo como esto, la esencia artística ha sido un elemento indispensable en el desarrollo de la humanidad, por tanto, no comprende unas pocas líneas, sino todas las que se puedan crear. Creo sin embargo que puedo hablar de algunos de los elementos que considero, han causado en mí gran influencia durante el transcurso de mi vida:

-Lo chévere de esta mañana-


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

“Ya pasó lo malo”, debo creer que esa idea ha llegado al fin a materializarse. No quiero hablar de tristezas tan grandes que me lleven a depresiones eternas. Ya me cansé de cosas como  esas, ha sido demasiado el drama promovido en el transcurrir de esta obra de teatro, así jamás llegará un desenlace con el que me sienta a gusto al ser el protagonista. Prefiero volver a mirar hacia el cielo y sorprenderme por las formas que se moldean en las nubes, prefiero disfrutar cada segundo que pueda durar una sonrisa sincera.

-Romances aún existen-

Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño

Como individuos sensibles que somos, nos ocurren cosas que van más allá de lo descriptible, estas son las que realmente llegamos a sentir con el corazón. Lo siguiente no es más que la reunión de distintos pensamientos generados por el sentir de un órgano apasionado:

-Cien años ojeando-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Desde mi balcón se creó un universo y mi atención estuvo inmersa en todo el proceso. Más temprano que tarde, terminé por entender que el génesis de un acontecimiento es solo la reacción a causas anteriores efectuadas. En este caso, todo aquel espectáculo no sería más que el resultado de infinidad de otras situaciones que actuaban como un mecanismo perfecto y terminaban concluyendo en la nueva cosa. Aparecieron debajo de mí vista habitantes que se multiplicaban, todos llenos anhelos que realizar antes de morir. Yo solo continúe como un espectador omnisciente, sin demostrar sorpresa por cada acción que aquel mundo llevase a cabo.