Fotografía obra de Génesis Pérez.
Ya no recuerdo mucho las cosas de
mi niñez, mi memoria (al igual que tantas otras cosas en mí) no funciona muy
bien. Solo me quedan vestigios borrosos de esos años pasados, vestigios que
narran caminatas libres por calles seguras, sin miedo en el aire, sin
nerviosismo en el andar. También aparecen sonrisas generadas al sentir una vida
menos injusta, menos difícil, sin tanta agonía. Eso ya es pasado, ya es parte
de ese conjunto de visiones que a veces pasan de visita por nuestra conciencia,
pero que para nada tienen que ver con la realidad. Todo cambió y empezó a
empeorar en algún momento de la línea de tiempo. Ahora, ese escenario también
comienza a transmutar. En este momento todos hemos salido a la calle y lo que se
ha mostrado es nuestra propia ciudad. Esa que nunca se fue, que solo estuvo
secuestrada por la violencia y la inseguridad, por aquellos demonios que ya hoy
se enfrentan con la esperanza y la voluntad de cambiar las cosas para bien.