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Perdido
Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Me metí a mi cuarto y le subí a
la música. Me sentí extraño en aquel sitio tan común, como un invasor de otra
vida. Y llegó la furia y la rabia y todas las quimeras de una personalidad difícil.
Caí de rodillas ante el peso de mis hombros, comencé a gritar pidiendo luz,
comencé a llorar buscando respuestas. Y nada llegó, estaba solo. Me estrujé la
cara. Odiaba tanto aquella situación como me odiaba a mí mismo, a mis defectos,
a mi terquedad, a los días de febrero que no volverían. Entonces la canción que
sonaba llegó al clímax y yo grité como nunca sin miedo a que despertasen los
vecinos, con los ojos cerrados y el alma queriendo salir. Para cuando terminé
el grito de animal herido llegó el silencio y la sensación de estar volando. Abrí
los ojos y vi que me rodeaban estrellas, mi cuarto había quedado atrás. Estaba a
universo abierto, con planetas rodeándome, sin tiempo rigiéndome ni la sociedad
a la que había pertenecido. Tenía frio y calor al mismo tiempo. Si existía la
matrix realmente, ya no estaba en ella. Este era el plano real, verdadero,
aquel al que había llegado por el impulso sincero de estar más perdido que lo
normalmente perdido. Mi vida había renacido sin morir. Pero volví a cerrar los
ojos y aparecí nuevamente en mi cuarto. Estaba amaneciendo y mi teléfono sonaba.
Contesté sintiendo aún el sabor a supernovas en la boca. Era ella diciéndome que
nos viésemos en un café, que deseaba hablar.
Sesiones de desperdicio
Fotografía obra de Génesis Pérez
Odio con toda mi alma este sitio. Odio el diván en el que me
acuestan y el techo que tengo que ver durante una sesión de
dos horas cada jueves. Odio el asqueroso cliché de la pregunta: “¿Y eso cómo te hace sentir? Pero
sobre todo, odio las respuestas que voy dando. Siento como si me fuese destilando cuando digo razones, detallo sentimientos e intento explicar
ideas. Odio la fragancia de años pasados, de nostalgia y sollozos, esa que también tiene este
consultorio. Incluso creo que huele a ojos caídos, a brazos cruzados. Huele a vacío e intentan disimularlo con incienso de mandarina.
No lo logran, solo me enojan más. Y al frente tengo aquel tipo preguntando
cosas, queriendo que yo me entienda, que busque mi redención. No quiero entenderme
ni que nadie lo haga, tampoco busco salvar lo insalvable. Esto es una pérdida
de tiempo, una que me cuesta demasiado dinero. Solo me sirve para retornar a mis instintos más
básicos, a la furia. Remonto a las peleas del colegio, a los sudores del
mediodía, a gritos con mis papás, a traumas por mi aspecto, por ser diferente. Pero voy más atrás en el pasado, a cuando estaba en un vientre y tenía tiempo para pensar. Ahora apenas tengo el suficiente para despensar. Sigo yendo más atrás, más
lejos, una célula, una esperanza, luego todo negro. Y… una luz. Abro los ojos y
veo el sol que llega desde la ventana. El señor Marcano me pregunta si me ha servido pensar
en mi niñez. “Sí, creo que ahora entiendo que no todo es culpa mía”, le miento.
“Oh, muy bien, hemos avanzado mucho hoy”, me miente. Y pienso antes de salir que si hay una realidad más dura que ser una persona depresivo e irascible, es tener que lidiar con los depresivos y los irascibles. Los psicólogos solo aparentan ser jarrones vacíos que escuchan y luz de faro que guía. Tienen paciencia, son ocurrentes. Me da un poco de lástima, solo eso, aunque no tanto como la que me doy a mí mismo. Por eso me levanto, salgo del despacho y camino hacia la tarde. Cruzo la calle y, al volver la rabia, me volteo hacia la oficina del señor Marcano nuevamente. Tomo una
piedra y se la pego en la ventana. Solo en ese momento me siento mejor. Mucho mejor.
Cuento de un muchacho que camina por Alta Vista
Comprando una teta de jobito en
la Plaza del Hierro, el vendedor me anuncia: “Son cien bolos, llave”. No se ve
ninguna llave en el lugar, tampoco alguna cerradura, pero le respondo “gracias,
papá”. Le entiendo y me entiende y ambos seguimos adelante. A lo lejos se ve la
rueda de la fortuna de Alta Vista, continúa girando aunque hayan pasado
muchos años desde que la feria cerró. Todo tan nostálgico, tan pasado. A esa
gran noria la mueve el viento, el mismo que se respira en los grandes hornos de
Sidor, en las celdas de Venalum o el ferrocarril y los buques de Ferrominera.
De Alcasa es la plaza por la que ahora camino. Y de quién sabe quién será
esta tierra que piso. Será de los que la habitaron por primera vez, de los que
la independizaron, de quienes plantaron sueños en ella, o
simplemente de todos aquellos que la hayan pisado alguna vez. Quizás no sea de
nadie, quizás sea de sí misma. Del perro con sarna en el lomo que busca comida en la basura, del niño descalzo en el asfalto ardiente que hace
malabares con limones, del vagabundo delirante que pide algo de dinero
asegurando que no será para droga. De quién es esta tierra, me sigo
preguntando, mientras avanzo, mientras voy a la altura de la carrera Tocoma en el centro de Puerto Ordaz, ciudad cuya pertenencia ahora intento descifrar.
Solitude
Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
El día que te fuiste me convertí en una palabra: solitude. Significa “soledad” en latín, escogí esa traducción intuyendo que solo una lengua muerta podría expresar mi estado tras nuestra separación. Me sentía como una hojita seca cayendo de un gran árbol en el otoño, poco a poco, pero inevitablemente hacia el suelo. La geografía de Puerto Ordaz no conoce el otoño pero sí es una ciudad de solitude, yo soy uno de sus ciudadanos destacados desde que nos despedimos en esa estación de exilio a las 10:22 de la noche.
Cuento de cuarto
Fotografía obra de Génesis Pérez
Tuve un sueño esa noche y cuando
desperté solo pude pensar en cambiar mi vida. Así de simple llegan nuevas
determinaciones, con alarmas del destino que creemos entender. Sean correctas o
no, las seguimos hasta el final, como yo esa mañana nublada en la
que decidí no ir a trabajar, alejarme del mundo y encontrarme con nuevos yo.
De palabra y ron
Soy un hombre de palabra y por
sobre todas las cosas protejo la libertad. Mi carácter radica en ese
tipo de convicciones, las que creo, las que elijo; pase lo que pase seguiré así. No lo digo para intentar convencer a nadie,
menos aún a mí mismo. Sino más bien para
que me escuchen mis bisnietos, para que la historia del mundo sepa que soy
valiente. Aunque no sea perfecto, aunque me haya ido al infierno para resolver incógnitas y haya regresado con más preguntas. La experiencia me dejó tambaleándome y con aliento a licorería.
No entiendo nada
Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Al final de cada reflexión solo puedo
concluir que no entiendo nada, piensa Carlos Márquez yendo al trabajo en un
autobús de la gobernación. Hace cinco meses tuvo que vender su carro para pagar
un dinero que había adquirido de prestamistas peligrosos. Pero esto no se trata
de eso. Trata de que son las 5:59 am, ya no tiene comida en la nevera y en la
radio del vehículo empieza a sonar el Himno Nacional.
Carlos trabaja en la división de
ventas de una empresa extranjera. La sucursal queda en un edificio alto, viejo
y opaco. Comparte oficina con Manuel Hernández, un compañero que carece de
paciencia y que tiende, inevitablemente, a hablar de la misma preocupación: los
meses que lleva sin encontrar medicinas para la tensión. Recordando esto,
Carlos detecta cómo los problemas ajenos nos terminan afectando. Cree que sería
mejor vivir en solitario, ser ermitaño en una montaña sin nada más por hacer
que cultivar la comida necesaria. Esa, sin embargo, no es una opción. Se está
en dónde se debe, dice para sí mismo.
Se pregunta qué pasaría si viviese en
la realidad de la película Soy Leyenda. Esa es la meca de la soledad humana:
ser el único sobreviviente en una ciudad semidestruida que está a merced de
seres hambrientos que salen de noche. Viendo por la ventana, piensa en las
semejanzas que existen entre esa historia y la actualidad de su entorno.
Encuentra más de las que quisiera.
El autobús se detiene repentinamente,
el chofer se levanta de su asiento y sale a revisar algún problema en el motor.
Al cabo de un momento anuncia que se ha roto una correa y no podrá continuar.
Los pasajeros descienden malhumorados. Carlos comienza a caminar, no falta mucho
para llegar hasta el edificio Colón, lugar en donde trabaja. El paisaje no es
alentador. A lo lejos se ve a un vagabundo perdido por el efecto de la pega de
zapatos, más cerca tiene basura con perros y ratas hurgándola buscando comida. ¿Cuándo
nos invadió toda esta desolación?, pregunta Carlos en voz baja. Nadie responde,
ni el vagabundo, ni los animales callejeros, ni algún ángel que venga para dar
explicaciones sobre el destino. Se acabaron los profetas.
La mañana transcurre. Manuel no fue a
trabajar, pidió permiso para ir al cardiólogo. Carlos siente pena por su
compañero, le invitará un café cuando pueda. A las 10:00 am hace llamadas a
clientes, no ha tenido suerte, las ventas no caen. Suena el teléfono, cree que
puede ser un posible negocio, contesta, es la secretaria de su jefe avisándole
que este desea hablar con él. Cuando el reloj marca las 10:25 Carlos Márquez ya
es un desempleado. La conversación con su jefe se basó en un discurso de
despido justificado por problemas económicos, recortes de personal y lo mal que
está la situación de todo el país. Después de diez años y siete meses, Carlos Márquez
abandona su oficina sin pena ni gloria, sin entender qué le ha hecho él a “la
situación del país” para merecer esto, sin invitarle el café a Manuel.
Antes de mediodía se encuentra una
vez más recorriendo las calles distópicas de su ciudad. La frustración abre sus
puertas, la ira invita a pasar y Carlos se siente como un perdedor al que ni siquiera
le han permitido jugar. Llega a la carrera Nekuima para tomar su bus y ve a lo
lejos el tumulto de gente que entra a la fuerza a un supermercado. Él no
necesita que le expliquen lo que ocurre, entiende que el establecimiento está
siendo saqueado. Le robarán la comida, dice sin dejar de mirar. Entonces se
sincronizan las esferas celestes de un pobre diablo en plena crisis, uno que no
contiene sus emociones más básicas por alimento. Empieza a correr hacia el
sitio y, al llegar, se abre paso entre la multitud que alocadamente vacía el
negocio. Coge algunos insumos y los asegura bajo el brazo. Tomando una lata de
atún, gira y a su lado ve al vagabundo de la mañana agarrando frenéticamente
cuánto puede. Ya el efecto de la pega no se percibe en sus ojos.
De noche, Carlos Márquez sale al
porche de su casa portando franelilla y un short de fútbol. Han de ser las
11:00 pm aproximadamente, busca un cigarro en el bolsillo y lo enciende. Aquel
ciudadano común, ahora sin trabajo, comienza nuevamente a hacerse preguntas.
Cuánto puede cambiar la vida de un hombre en un día, a qué límites
insospechados puede empujar la necesidad. Recuerda que esa mañana ha escuchado
el Himno Nacional y el “Gloria al bravo pueblo” empieza a reproducirse en su
cabeza. Él no se siente en la gloria, tampoco considera entrar dentro del
calificativo de “bravo”. Solo es parte de un pueblo, uno furioso y caótico.
Entonces entiende que sí se encuentra en la realidad de Soy Leyenda, pero no es
el héroe solitario sino parte de la jauría hambrienta que ahora también es
diurna.
Termina el cigarrillo y se va a
acostar. Ya en la cama, junto a su esposa e hijo de tres años, piensa en que al
día siguiente deberá buscar en la prensa algún trabajo, o ver qué otro
supermercado cederá ante “la situación del país” de la que le habló su jefe esa
mañana. Al final de cada reflexión solo puedo concluir que no entiendo nada,
vuelve a decirse. Se abraza a sí mismo y empieza a llorar.
Lorenz y su Calzadoterapia
La calidad
denota talento, esfuerzo y dedicación. Creo que eso fue una de las primeras cosas que
pensé al ver los vídeos de Lorenz Wiedenmann en su canal de Youtube. El título de este es Calzadoterapia y delata de qué trata la propuesta. Sí, son vídeos
dedicados al calzado en general, sin embargo, la forma en la que se presenta el
contenido es cautivadora. Para mí, que soy un sneakerhead, es un placer relatar
en este capítulo de Elucidario 2.0 todo acerca de este proyecto.
Resolución de asalariado
Fotografía obra de VARL Audiovisual
Cerca de la
ventana de mi oficina hay un florero con una matica que crece a duras penas en
aquel ambiente artificial. Gracias a la semiosis ilimitada (la condición humana
de que un pensamiento de nacimiento a otro), el ver aquella matica me lleva a
pensar en nosotros. Creo que somos
iguales a ella: intentamos sobrevivir, crecer, buscar incansablemente un poco
de luz. Quizás la semejanza no sea muy inteligente, esto es lo que pasa cuando
mi jefe se va toda la tarde y tengo tiempo de parar el trabajo, los papeles, el
piloto automático que la monotonía le da a mi vida; y, como dije, pensar.
Dante Merino, príncipe del quién sabe
Dante Merino, principe del quién sabe el es cuarto libro escrito por Celso Emilio Vargas Mariño. Fue impreso y comercializado en Venezuela de forma independiente en el año 2016.
Es una obra que contiene 70 escritos con diferentes formas narrativas como cuentos, poesías, reflexiones, diálogos, entre otras, y que narran la historia de Dante, el personaje protagonista al cual están atadas los escritos del libro.
Actualmente, este libro se encuentra disponible en Amazon.com en donde puede ser adquirido tanto en formato físico como Kindle.
Es una obra que contiene 70 escritos con diferentes formas narrativas como cuentos, poesías, reflexiones, diálogos, entre otras, y que narran la historia de Dante, el personaje protagonista al cual están atadas los escritos del libro.
Actualmente, este libro se encuentra disponible en Amazon.com en donde puede ser adquirido tanto en formato físico como Kindle.
Vídeo promocional
RealizadoVARL Audiovisual.
Declaraciones sobre la nevera
Esto que escribo ahora viajará a través del tiempo, se unirá a las
inmortalidades del mundo y trascenderá entre los recuerdos colectivos. Será así
con el fin de dar con tus pestañas onduladas, querida mía, y que puedas ver el tipo de amor que has creado. Dirás que soy exagerado, pensarás que
es otra de mis locuras, sin imaginar si quiera en la forma en que me vibran las
manos cuando me hablas, por ejemplo, o la muerte disimulada a la que llego al
hacer el amor, cuando me dejas crear universos por estar dentro del tuyo. Por
eso mi suerte me tiene sin cuidado, si lograré algo en esta reencarnación o cederé
a la pena cualquier mañana; importa más que estés aquí y ahora. En estas
coordenadas exactas de destino, en este cubículo del planeta en el que
compartes sillón conmigo, tertulias o desvelos cuando no queremos dormir.
Me haces bien, lo sabes. Me gusta pensar que yo a ti también, que merezco
tu amor. En él soy libre y me refugio incluso de mí mismo cuando ya no puedo
soportarme, cuando pierdo la fe y mis alas se queman cerca del sol. Cuando mis esfuerzos parecen no tener sentido
y me siento inútil. Así soy, lo sabes; así soy y no te importa porque me quieres.
Eres la razón de que, en la angustia que significa esta Ciudad Gótica, yo sea
un justiciero nocturno, pero tú quien me salve.
El sentido de esta nota es para recordarte cuánto te quiero, para
declararte algunas de mis necedades intensas, y, sobre todo, para decirte que
salí a comprar algunas cosas a la panadería. Tenme paciencia.
Diphysa punctata
Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Viejo canoso en sillón acolchado.
Habla
a la cámara.
Comienza
la grabación.
Accedí a hablar
por este medio porque Federico Villegas, un gran amigo, me pidió unas palabras
que inspirasen a la generación actual de artistas. Bueno, al fin no me negué, uno debe
dejar de ser terco de vez en cuando. Por eso estoy aquí con ustedes. Mi nombre
es Mauricio de la Parra, muchos dicen que soy artista, yo solo aseguro que
tengo sesenta y tres años.
Into the Blue
Cierta noche, mientras la
2da edición de Cineditar se llevaba a cabo, John, Alexandra y yo conversábamos
sobre lo increíble que sería hacer un cortometraje de ciencia ficción. Varios amigos
se unieron a la idea y con mucho entusiasmo comenzó a desarrollarse lo que hoy
en día es Into the Blue, una obra audiovisual hecha con amor y bastante pasión
por los extraterrestres.
Es el primer cortometraje
en el que participo como co-guionista y la emoción por semejante reto es
grandísima. Además tendré el placer de interpretar un papel en la trama y eso
hace que la experiencia sea aún más increíble.
El estreno de Into the Blue será
en el mes de Septiembre. Mientras tanto, estaré publicando los teasers que han
sido realizados para presentar a los personajes de esta historia.
Para saber más sobre este
proyecto los invito a seguir la cuenta en Instagram y a suscribirse al canal de
YouTube.
Cuando el bosque golpea
Iba caminando por la calle y pasé junto a un andamio que estaban utilizando
para pintar una pared. Desde un 2do piso me cayó un balde de pintura que me
golpeó en la cabeza. Al menos la pintura que tenía era verde; una amiga dice que
el verde significa renovación. Ella tiene descendencia esotérica, ya saben,
de esas personas que ven cosas en la borra del café y botan el líquido que han
preparado, aunque eso no sea importante, yo le creo.
El cuento de El Cuaderno que huele a polvo
Pronto será publicado mi nuevo libro, el 4to que he escrito. Eso, además de ser una bendición, significa el clímax de la temporada 2014- 2015 de Café y Arepas. Hasta que eso sea un hecho, quiero mostrar este micro documental realizado por Varl Audiovisual, mi gran amiga y eterna compañera de ocurrencias, en donde se echa el cuenta de "El Cuaderno que huele a polvo", mi primer libro impreso. Fue realizado en enero del corriente año, espero que les agrade.
Las caricaturas de Ilde
En la versatilidad del talento
venezolano nuevas formas de expresión son exploradas por quienes buscan mostrar ideas y comunicar mensajes. En esta edición de Elucidario 2.0 tengo el placer de hablarles
de las caricaturas del buen Ildemauro Márquez, un diseñador guayanés que
apuesta al humor como el medio más eficaz. Ilde.design es
su proyecto y esta su historia.
Un poco más
Fotografía obra de Víctor Alfonso Ravago.
Sin límites comienzan las anhelaciones y se despliegan los navíos que se
esconden en los ojos. Para soñar, para vivir, para ser eternidad. Sin límites pasamos
a ser poesía en la poesía del mundo. Buscando momentos, como un loco de la noche
y del día, del otoño con olor a canela. Para tener algo más que el
todo, menos que la nada y cualquier otra cosa. Y llenarse de fuerzas a pesar de
la crisis, de lo dura que es esta lucha, de que provoca llorar desmedidamente.
Pero también creer en el amor visceral y en que cualquier día es bueno para
morir porque hay libertad. Que no importe que el vaso esté medio vacío, medio
lleno o que ni siquiera haya vaso. Ni tampoco que el tiempo se vaya del reloj
sin volver jamás. La verdadera razón de este vibrar de piel se centra en el preciso instante despejado en donde las estrellas se alinearon para permitir
trascender. Para que no haga falta ningún otro límite.
Mi tributo a una película que quiero mucho: Annie Hall. Además de escribirla y dirigirla, el gran Woody Allen la protagonizó junto a Diane Keaton. Fue merecedora de cuatro premios Óscar en 1978 y su guion fue elegido en 2015 como el más divertido de la historia, galardón otorgado por el Gremio de Escritores de América.
El Pequeño Idilio
Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Queriendo llegar a la luna se le ocurrió construir edificios muy altos. Arena,
piedras, metales y vidrio fueron uniéndose bajo su dirección para lograr una
torre inmensa. Pero no alcanzó su meta con el primer intento, ni el segundo ni con
los que siguieron. Al tiempo una gran metrópolis se erguía sobre la planicie árida
que antes era su hogar. Llegaron pobladores que ocuparon la gran variedad de
edificaciones. Frustrado, él se fue a vivir a la cima de un cerro; allí se
quedó viendo estrellas adornando al satélite que quería alcanzar. Con los años
dejaron de ser construidos nuevos rascacielos y en la gran metrópolis la gente
fue olvidando que fue un solo hombre el
que había creado todo aquello.
La segunda temporada de Baluarte
Baluarte es la iniciativa fotográfica que comenzó John este año buscando resaltar la masculinidad en todos sus matices. La primera entrega contó con 11 participantes con los cuales se lograron sesiones increíbles, genuinas y frescas. Ahora con el comienzo de la siguiente etapa se abren nuevamente las puertas para todas las personas que quieran ser parte de Baluarte. Anímate y contacta a John si te interesa.
Inmorial vie
Fotografía obra de VARL Audiovisual
El tiempo se va deteniendo y no es una
sensación. Puedo ver incluso el respirar exagerado de las personas que me
rodean. La señora de sesenta años, la muchacha que mastica chicle, el hombre
del bigote negro, son los que están más cerca de mí en este momento. Se mueven lentamente mientras la pistola del malandro me apunta.
Volando en sincronía
Fotografía obra de VARL Audiovisual
Aquí está mi paz. Así de
simple. En este cubículo del mundo se encuentra lo necesario para que yo instale
un tipo de armonía con el cosmos. Estoy cómodo y no busco nada
más. Como si en mitad de la tormenta haya llegado la calma, la mía. Esa
que inventé porque la que venden en los comerciales de televisión son de
plástico, genéricas y se dañan rápido. Esa paz que alcanzo mezclando grama recién
cortada, tierra negra y el olor de la mañana. A la que le puedo agregar amigos
del alma, o la soledad más solitaria. En la que disfruto de las cositas pequeñas
que me va desvelando la vida. Sin andar mucho, sin parar tampoco, sabiendo que
todo llegará cuando deba. Incluso la muerte, incluso lo triste, incluso los cambios en el devenir del destino. Porque esta paz de la que hablo no es plenitud
constante, tampoco un estado superior. Esta paz es particular, diferente, muy
propia. Consiste despertar, vivir y soñar con la misma alegría de cuando era
niño y jugaba carnaval en la calle, de cuando era joven y viajaba de aquí para
allá, de cuando por fin llegué a esta edad y me descubrí en mi lugar favorito.
Cuán simple puede ser la alquimia de la felicidad, se trata de disfrutar y seguir buscando más
arriba. Como este espacio que es mi sosiego
y que solo consta de un campo de fútbol en el que puedo volar libremente. Después
de todo, qué más puedo pedir siendo un caballito del diablo.
Martillando letras
Fotografía obra de VARL Audiovisual
La verdad es que ya no escribo y de eso es lo único que puedo escribir
ahora. De cómo llego a la casa después de trabajar, de cómo me siento en
el escritorio con la ilusión de que algo aparezca y me veo a mi mismo
externamente quedándome callado, sin hacer ningún movimiento, sin sacar
palabras o ideas frente al computador. Pero la terquedad heredada de los
abuelos vuelve a uno cada que se le antoja intentando cambiar las cosas para
nuevos resultados.
Lo siento, pero no
Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
No creas que es amor
a pesar de que te piense todo el día.
A pesar de que al cerrar los ojos vea
los tuyos
o de que escriba tu nombre al revés
intentando conocerte más.
No pienses que es cariño lo que te
tengo,
incluso cuando percibas que es el
cariño lo que me esté sosteniendo.
No te extraño, no te pienso.
Y eso pienso mientras siento cuánto
extraño.
No es cariño, me repito.
Y lo repite también mi corazón
enajenado.
Yo soy un tipo duro, un lobo
solitario de la noche fría.
Por eso no siento calor,
aunque tus abrazos me envuelvan en
candela.
Por eso no creo en las otras vidas,
aunque al final de ti haya muerto y
revivido.
No creas tú que esto es amor, amor
mío,
lo que acciona el vacío que siento
cuando te vas,
el temblar de mis manos cuando me
hablas
o las ansias de que no cuelgues el
teléfono.
No lo es y te advierto,
que no juegues a sentirlo,
porque el amor cuesta muy caro en
esta vida con inflación.
Porque al final estaremos yéndonos
igual de solos que como llegamos.
Y debido al miedo a perderte y a que
la melancolía llegue,
prefiero no admitir que me he lanzado
por el barranco de tu boca
mientras te sigo besando con los ojos
cerrados.
Mientras te tomo de la mano al
caminar por el parque,
te escucho el corazón desde lejos
o te sigo diciendo que lo siento,
pero no es amor.
[La fotografía conceptual de Víctor Rodríguez]
Hace poco más de un año tuve la
oportunidad de escribir sobre Víctor Rodríguez, un joven escritor y estudiante de
Comunicación Social mención Artes Audiovisuales inmerso en el arte y en
diferentes formas de expresión como la actuación y la fotografía. Recientemente
Victor ha incursionado en la fotografía conceptual demostrando una vez más su
talento y creatividad.
Chacra sincero
Fotografía obra de VARL Audiovisual
Estoy sentado sobre la cama en posición de flor de loto aparentando que sé
lo que hago. Los ojos cerrados. Los dedos índice y pulgar de ambas manos tocado la yema del otro. La verdad es que nunca se me ha dado meditar ni ninguna de esas
excentricidades. Tengo demasiado mundo en mí como para intentar alcanzar lo
astral. Demasiado peso en los hombros y días difíciles en los parpados.
No puedes perderte la presentación musical de Ángel Strife, Carlos Linares y Jorge Herrera este jueves 23 de junio a partir de las 9:00 pm en el Porto Fino Bar & Lounge. Te espera una noche cargada de mucho talento venezolano.
-Mis confesiones sobre tinta-
Fotografía obra de VARL Audiovisual.
Parte I
La sensación de tener una hoja
de papel en frente es curiosa, a veces se puede intentar describir, otras uno se limita
a quedarse callado buscando palabras sinceras. «Es bonito», «es complicado»,
«es un misterio». Y tantas formas de colocar un calificativo a lo que
se siente teclear cuadritos encima de un rectángulo virtual o redactar en el
cuaderno con una letra que se resistió a la dictadura de las caligrafías.
Escribir es ser libre en un nuevo encierro. Sin saber muy bien lo que se hace pero
reconociendo que se está demasiado atado al proceso, como si fuese una segunda
respiración de la cual dependemos para continuar en este mundo.
La ventana en Youtube de Mariana Clavel
Iba en un bus por la Carrera Tocoma de Alta Vista, eran más o menos las 6:30 am y la mañana estaba bonita. Saqué los audífonos, prendí la radio del celular y sintonicé una emisora de la capital. Entrevistaban a una youtuber que estaba dando mucho de qué hablar en la gran Caracas. Escuché con atención, saqué mi cuaderno y escribí el nombre: Mariana Clavel. En cuanto tuve una computadora busqué su canal. Mis presentimientos estaban en lo correcto, sus videos eran geniales. Hoy me siento muy contento de compartirles todo acerca de su vida y experiencia en Youtube.
Café y Arepas en Papel Literario
¡Otro sueño hecho realidad! Desde
que era más chamo he sido un admirador de Papel Literario, el suplemento
literario del diario El Nacional. Este no solo fue fundado por Miguel Otero
Silva, uno de mis más grandes héroes, sino que ha sido desde 1943 una
publicación central en la cultura y el pensamiento venezolano. Hoy me siento
muy orgulloso de contarles que uno de mis escritos fue publicado en su portal
web. Es para mí un honor y la alegría que siento es grandísima. Acá está el
enlace para que quien lo desee pueda leer “Te lo prometo, humano”, el escrito
en cuestión acompañado de la fotografía de mi buen amigo Alberto Rojas. Como siempre digo con estas cosas, gracias a la vida y a Dios por tanto. El cielo sigue siendo el límite.
Papelito en la maleta
Fotografía obra de VARL Audiovisual.
Dejó de llover, apenas sigue
cayendo la garua y la ciudad está en su estado más vulnerable. Con carros que
pasan salpicando los charcos y perros callejeros pasando frío. Con edificios
nostálgicos que necesitan ser pintados y en la ventana de alguno estoy
yo enviándote mensajes que espero lleguen. La cuestión es que hoy te vas del
país, igual que tantos lo han hecho antes y tantos lo harán después. Te irás
para siempre o para nunca y lo único en lo que puedo pensar es en las palabras
correctas que puedan acompañarte.
Para ti, Ciudad Bolívar
John quiere a Ciudad Bolívar como yo a Puerto Ordaz. Porque somos unos sentimentales es que intentamos rendirle tributo a las ciudades en las que nacimos y sin las cuales no seríamos los mismos. Yo con lo que escribo, él con sus vídeos. Como este en el que tuve el placer de acompañarlo. Es una hermosa forma de celebrar los 252 años de la capital de nuestro estado.
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