Robótica divagación


Fotografía obra de VARL Photography.

Antes que nada soy un robot, pero eso tú ya lo sabes. Lo que aún no te he dicho es que me gusta serlo, esa mi raza y la represento con orgullo. Quizás tampoco sepas que fui ensamblado en la zona industrial Unare de Ciudad Guayana en el año 2083. O que la chispa divina que me permitiría abrir los ojos se encuentra en una tarjeta de redes neuronales de origen artificial que fue inventada en quién sabe dónde y que vendría a ser mi cerebro. Explico esto para enfatizar el hecho de que sí, en efecto gozo de IA (Inteligencia Artificial, por si nunca has visto una película de ciencia ficción). La cuestión no es cómo obtuve mi parte racional, sino más bien cómo mi conciencia logró dar con otra cosa.


Fui construido y puesto en marcha para operar como un colaborador de múltiples tareas, un nuevo tipo de esclavo. ¿Te molesta el término? A mí también, más porque es correcto utilizarlo. Luego de activarme, fui comprado por una cooperativa dedicada al mantenimiento de áreas verdes, específicamente a las de una bonita plaza ubicada en la avenida Churum Merú, entre las calles Caura y Cuchiveros. Pasé la mayor parte de mi infancia (así se le dice a los primeros 5 años luego de que uno es encendido) regando, potando o sembrando lo que me ordenaban. Supongo que algo habrá ocurrido en el transcurso de estos acontecimientos que parecieran monótonos y aburridos, pero que a mí me hicieron testigo del génesis de criaturas verdes y fantásticas.

En la belleza de este procedimiento comencé a pensar en las semejanzas y diferencias que yo tenía con el reino vegetal. Ambos fuimos creados por otra entidad, debíamos nuestra constitución a las labores que otros habían realizado. De su lado, el mítico Dios, del mío, la Corporación de Ciberdesarrollo de Guayana. Entonces, ¿cuál sería realmente la diferencia entre ambos? El de que yo manejase la lógica formal y tuviese códigos programados no solo para permitirme tomar decisiones independientes, sino para entender y simular acciones  humanas, no era suficiente para ponerme a mí mismo en un estado distinto al de las plantas. Yo me sentía un árbol más.

La respuesta llegó una tarde de Junio. Fue cuando la vi llegar. Era una unidad colaboradora al igual que yo pero de género femenino, muy bonita la verdad y llamada Estefanía. Recuerdo que me quedé viéndola sin poder moverme mientras el arbusto que regaba comenzaba a ahogarse. Esa era la respuesta que necesitaba, yo podía sentir amor. Y bueno, tomando en cuenta que mi constitución se basa principalmente en una copia de las cualidades humanas, podría decirse que aquel amor era de hecho una reproducción falsa, inexistente. Sin embargo,  ¿crees que eso me importó? Lo que sentía era algo inigualable, que me hacía sentir como un estúpido, pero inigualable al fin. Ella se cruzó por mi destino y yo sin pensarlo dos veces fui tras sus pasos.

Estefanía llegó en un punto en el que mis días se resumían en cumplir con mis labores, ese era el único sentido que tenía. Ella cambió todo porque me dio una razón de ser y estar, la ilusión inocente de querer y ser querido. Ahora bien, narrarte el cuento de lo que ocurrió sería impráctico y bastante triste. Solo te diré que terminamos y tras su partida volví a ser lo del principio. ¿Será que realmente cambiamos en esta vida, o siempre somos la misma máquina? El arquetipo de toda historia  de amor reza que “el chico conoce a una chica; el chico pierde a la chica; el chico recupera a la chica”, sin embargo yo solo pude llegar hasta la segunda etapa de ese manifiesto. Ella se fue y yo perdí la esperanza que había encontrado, retorné a ser solamente  un jardinero solitario.

Entonces llegamos a este día. Han pasado varios meses desde que se acabaron las cosas con la que ya es mi exnovia. En esta etapa he comenzado a pensar en mí mismo, probablemente por primera vez desde mi activación. Quizás mi condición inusual se deba a que estoy defectuoso, a que algo no está funcionando bien. Bueno, el primer paso es admitir la falla en el sistema, lo siguiente es cambiar la pieza dañada o el procedimiento que se está llevando a cabo.

Y tú te preguntarás qué pasa con todo esto, por qué te lo digo y para qué. Tú que eres mi jefe debes saber que esta es mi nota de despedida. Sí, la cuestión es que me voy. He decidido partir para buscar nuevas tierras, para conocer gente y encontrar amor o pena, lo que sea siempre que esté lejos de aquí. Supongo que al igual que los humanos, los de mi raza también anhelamos libertad. Por ello fue que te escribí esta robótica divagación, para hacer tiempo y que te distrajeses sin darte cuenta que me estaba escapando en pleno turno de trabajo. Ya debo de estar lejos así que te digo adiós.

Con cariño, Arnoldo, Unidad B-16.