Dirección sin brújula


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Preguntaron qué era lo que buscaba en la vida y no respondí nada. Nunca lo había pensado con detenimiento, supongo que soy parte del conglomerado de gente que vive por vivir. Es así, no me reconozco mí mismo como el héroe de la historia, mi formato es estándar, común, corriente. Entonces, qué es lo que un tipo como yo puede buscar.

Supongo que, como un verdadero cliché, solo busco ser feliz. Pero no esa felicidad que venden los libros de autoayuda para hipnotizar incautos prometiéndoles éxito y otras pendejadas. Es una felicidad distinta, sencilla más no simple. Tiene que ver con vivir tranquilamente, sin tanta bulla de afuera, sin tanto silencio de adentro. Ese estado se vería consagrado estando acostado a orillas de un río escuchando el sonido del agua corriendo, o en el techo de una casa cuando es de noche y se ven las estrellas, o simplemente en una cama caliente. Sería una felicidad autosuficiente, que no necesita mucho, que puede darme todo.  

Sin embargo, no es lo único que deseo. La verdad es que me considero un hombre global, no tan provinciano como podría parecer el anhelo anterior. Aunado a este busco otras cosas. Me gustaría recorrer el mundo, por ejemplo, y de hecho tengo varias deudas en Torino y en Loiret, también en New Orleans, pero esa es otra historia. Aún no he tenido tiempo de ir hasta esos lugares, algún día lo haré, no existen motivaciones más poderosas que las que involucran grandes viajes. Cuando llegue el momento, volaré alto y quizás no vuelva a esta ciudad. No me siento mal por hacerlo, ya le entregué toda mi energía por varias reencarnaciones.

Quiero caminar porque me gusta andar a pie. Ver lo árboles desde abajo, los pajaritos en las cercas y oler la grama recién cortada. Dar el paso y sentir que ya el pasado forma parte de la pisada anterior y el futuro me pertenece porque he avanzado algo, por lo menos algunos centímetros en el suelo y en mi vida.

Quiero amar profundamente, continuar haciéndolo, no dejarlo jamás. Porque he entendido que el amor, el verdadero amor, no se va, solo se acuertela en rincones del corazón. Es tan propio, tan profundas sus raíces, que no conoce de lógicas ni explicaciones, orbita en nuestro interior esperando salir nuevamente con una mirada, una sonrisa, un beso de piquito. Yo guardo todo mientras espero que ella vuelva con el verano.

Quiero escuchar bossa nova junto al mar, en la montaña, en todas partes. Quiero ir al cine y llorar con las películas. Quiero comer postres, cuántos haya y cual sea su presentación. Quiero dejar de recriminarme mis más grandes errores, no porque no me importen, sino porque necesito superar mi autodestrucción. Quiero resaltar la grandeza que existen en los sueños sinceros y luchar con todo mi ser para realizar los que me restan. Y vivir, quiero vivir, hacerlo sin restricciones, sin encierros. Y enojarme, y volver a llorar aunque no sea por películas. Quiero seguir coleccionando aventuras hasta hacerme viejo y retirarme a una casita para escribir mis memorias.

No pude responder estas cosas a quien me preguntó qué busco en la vida. No importa realmente. Se siente bien enumerar querencias y proclamar que no soy solo un jarrón vacío. Quedarán nuevas metas por agregar a la lista, por ahora ya tengo mucho por hacer.