El extrañarme


Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr

Extrañar es una desgracia.
Pero a mí me gusta extrañarte.
La ausencia que me dejas.
Tu lado vacío en la cama,
los flashes de tus ojos que me han dejado ciego
y el eco de tus canciones en el aire del cuarto.
Me gusta cuando te vas y no te tengo.
El anhelarte con euforia,
con locura,
con tristeza y ansias de que vuelvas.
Soy el amante más grande que has tenido,
también el más raro.
No quiero encerrarte para mí solo.
Prefiero verte libre bailando,
prefiero que deslumbres a todos con tus pestañas.
Porque en la libertad te siento más mía que nunca.
Y yo soy tuyo aunque no pienses en eso.
Lo seré así no quieras.
Disfruto cuando te vas al trabajo y estás apurada por el retraso.
Cuando veo la última estela del batir de tu pelo al salir de la casa.
Tiene belleza la desgracia de que te alejes.
Tu olor a bosque llenando la sala estando tan lejos.
Lejos, como ahora.
Y te evoco, te invoco, te convoco.
Ya sea en fotos del celular o en pensamientos que miran el techo.
Ya sea en el espejismo de tu risa detrás de la puerta.
o el fantasma de tus manos cuando apago la luz.
La verdad es que eres más mía cuando menos te tengo.
Muy mía, tan mía.
Y lo repito como idiota porque sí.
Yo soy tuyo hasta siempre.
Mis lunares, mis venas agitadas.
Y me desconsuelo buscándote en los cielos coloridos de esta ciudad.
Me gusta extrañarte.
Recordarte.
Soñarte.
Sentirte en las vísceras aunque no estés.
Aunque escuche las llaves girando el seguro
y te vea volver llorándome.
Porque ya no estoy vivo.
Y tú sufres el extrañarme.