Final feliz


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Hoy es 31 de diciembre en el calendario gregoriano y yo soy un muchacho que es ajeno a la festividad de este día. Estoy metido en el cuarto, entre sábanas y con el aire acondicionado prendido. Escucho la música que viene desde afuera y tengo la puerta trancada con llave. Simplemente no quiero salir.


Es que me siento triste justo ahora. Debería unirme a la celebración pero no puedo ni me interesa. Prefiero quedarme escondido en mi cuarto durmiendo para soñar con lo que no puedo tener despierto. Han venido algunas veces a buscarme, dicen que debo salir, que la cerveza está fría y esperándome. Yo sigo con la cabeza metida entre almohadas y pensamientos, creo que me aterra el devenir y lo vulnerable que podemos ser ante el destino, ante el país y nuestros errores.

De pronto afuera empieza una cuenta regresiva que va desde el diez. Y yo aquí, tirado en la pocilga de mis días, me pongo a pensar el porqué de mi encierro y el tiempo que llevo en este. El amor es la causa, el bendito y maldito amor. Entonces me dan ganas de pararme cuando el conteo va por el número cinco. Se hace difícil porque la cama me amarra, pero lucho por zafarme y lo logro. Voy hasta la puerta en el 3, 2, 1… Giro la manilla, abro y me quedo frío ante la vista: allí no hay nadie, es una sala vacía que hace mucho tiempo no ha visto alguna fiesta. Estoy solo, siempre lo estuve y en mi cuarto huía de los recuerdos.

Salgo a la sala y se oyen los fuegos artificiales que vienen desde la calle, estos al menos sí son reales. El año nuevo ha llegado, aunque yo quiera seguir en el que pasó. Me asomo al porche de la casa y veo a la gente abrazándose y sonriendo. Como un impulso desesperado me pongo a hablarle a la mujer que extraño; aunque no escuche, aunque estemos lejos y tal vez ni siquiera me esté pensando:

La última vez que te vi estabas tan bonita que hubiese podido llorar de alegría y desconsuelo al mismo tiempo. La última vez que te vi terminamos odiándonos, aunque ahora solo pienso en buscarte y hablar otra vez, tomarnos un café y decirte cosas graciosas. Pero no estás y no estoy, y debemos seguir desatados hasta que el destino quiera juntarnos. Esto no se trata de ti, para variar; se trata de mí, de lo que siento, de que debemos continuar buscando nuestro futuro, aunque el mío ya no esté en tu navidad y fin de año.

No sé qué soy para este punto de la historia; solo intuyo lo que quiero, lo que me hace feliz. Por eso en este nuevo comienzo salgo de la casa para ver los fuegos artificiales en el cielo. Mientras veo cómo estallan los colores que se funden con el horizonte nocturno, yo renazco entre mis propias cenizas que ya hace tanto habían explotado.