Newt Autumn



Nunca olvidaré esa tarde. Tengo mala memoria y puede que pasen muchos años, muchas vidas, pero no lo haré. Aunque quisiera tampoco podría borrar esa escena en la que salí de mi edificio y vi a Newt en la acera de enfrente, recostado a un poste, esperando… Esperándome a mí. No hubiese imaginado que algo así pudiera pasar. 



Creo que incluso grité por la sorpresa, no estoy segura, pero me sorprendí tanto que me quedé parada y no pude seguir caminando. Lo vi y él se quedó mirándome con sus ojos grandes y oscuros, los mismos que hacía tanto tiempo atrás me habían hecho sentir mariposaurios en el estómago cada vez que se posaban en mí, los mismos que luego se perderían en los pasillos de mis recuerdos, los mismos que creí se habían unido a la biblioteca ancestral de los ex novios perdidos. 


Pero allí estaban otra vez: Newt, sus ojos y el destino. La verdad es que en ese momento yo no pensaba en nada de eso, solo me preguntaba qué estaba pasando, cómo era posible que él estuviese en ese lugar y, para colmo, con una tranquilidad imperturbable, como si nada fuese extraño para él. 


Hacía muchos años que lo había visto por última vez. Fue durante un viaje que hicimos, un viaje que duró menos de lo que parecía, pero en el cual estuvimos juntos, verdaderamente juntos, para luego volver a separarnos. Él partió hacia el país en donde vivía y yo al mío, pero prometimos volver a vernos en un par de meses.  Nadie hubiese imaginado que al poco tiempo llegaría la separación absoluta. No solo la física, que ya había ocurrido, sino que también la ruptura de nuestra relación. Las razones fueron razonables y contundentes, sé que Newt las entendió a pesar de su tristeza. Él intentó convencerme de continuar, pero la decisión estaba tomada. Colgó la llamada y nunca nos volvimos a hablar. 


No habría problema si todo acabase entre dos personas cuando se dejan de hablar, pero no es así, nunca es así. Una historia como la nuestra no termina realmente. Newt siguió en mi vida -y estoy segura de que yo seguí en la suya- de distintas formas. Ya fuese en redes sociales, preguntando a nuestros amigos en común y quién sabe de qué otra manera. Por ejemplo, si bien con el paso de los meses dejé de pensarlo con la misma frecuencia de antes, algunas noches volvía a soñar con él. Yo siempre he tenido sueños vívidos, sueños largos y llenos de detalles surrealistas, pero tangibles y que logro recordar incluso días después de tenerlos. Antes le contaba mis sueños a Newt y a él le gustaba escucharlos. Es irónico que justo después del olvido -o el supuesto olvido, mejor dicho- él haya comenzado a aparecer en ellos y esta vez nunca se haya enterado.


Comencé a saber de sus triunfos, de sus metas alcanzadas e incluso de las películas de animación japonesa que estuviese viendo en algún momento. Todo gracias a alguna publicación en Instagram o de algún tweet que llegase volando hasta mí. Me enteré que se había mudado a otro país lejano en el sur del continente. Llegó a una región costera con bonitos atardeceres que dejaba ver en fotografías que parecían postales y que, por alguna extraña razón, yo siempre creí que publicaba para que yo las viera. No sé si sería de esa manera, no sé si quizás solo lo imaginé. 


La verdad es que todo esto ahora me parece absurdo. Me separé de Newt, pero al final nunca nos separamos realmente. Lo que sí sé es que igual continué adelante, me reencontré con alguien del pasado y comenzamos a salir. Viví otras cosas, cosas distintas, con otros significados, pero que igual me hicieron feliz. Sin darme cuenta, volví a estar enamorada. Sin darme cuenta, el pasado y sus tentáculos -los pulpos me dan asco y miedo a la vez- se llevaron a Newt, a ese muchacho soñador, amante de los árboles y que olía a café, ese con el que alguna vez había querido llegar al infinito. 


Yo seguí recorriendo las constelaciones que tanto me gustaban, seguí cantando mis canciones y reproduciendo películas y series en mi laptop; al final, simplemente y como una resolución, seguí y no me detuve. 


Entonces esa mañana cuando lo vi, esperando en mi dirección, no pude evitar sentirme en una película. Porque a veces necesitamos ese tipo de momentos increíbles para entender que la vida, tan cotidiana algunas veces y caótica en otras, está llena de sucesos increíbles. El resto es historia. Newt se despegó del poste, cruzó la calle y vino hacia mí. Dijo hola y no más, respondí lo mismo y no más. Y nos miramos fijamente otra vez, mientras el viento soplaba entre nosotros y levantaba las hojas secas del suelo.