Fotografía obra de Génesis Pérez
No hay problema, continuaré. ¿Por
qué? Por la misma razón de siempre… Esa que aún no conozco, pero
que me impulsa a no ser uno más. La fiesta de hace un año; la canción de
hace un mes; el beso dado tres años atrás; la mentira, el descubrimiento de la
verdad; en el medio la naturaleza que tenemos como ínvidos y alrededor todas
las nuevas cosas que van llegando, esas que parecen acechar a una pobre victima
que está indefensa. Tantos factores indefinidos que se atan entre sí por un
mismo ideal, por un mismo objetivo. Uno tan moldeable como la voluntad que lo
lleva encima, tan fugas como el tiempo que duramos sobre esta tierra y la
misericordia de la ley perfecta que la rige.
Lo anterior no trata de nada.
Solo es un esfuerzo agónico que se grita en la noche para no morir en vano. Uno
que intenta demostrar que esta vida no ha sido como la de los demás, que si ha
tenido un sentido. Pero ese siempre ha sido el motivo característico por el
cual movilizar nuestros intereses: el intentar encontrar respuestas. Sin embargo,
a medida que nos aproximamos a lo que anteriormente habíamos anhelado, vamos
olvidando que tal deseo marcó nuestros días. Tarde o temprano dejamos a un lado
la paz en nuestra mente y se da paso a la más cercana vía al desastre
inminente: la guerra. Ya me volví a desviar, el hecho está en que continuaré.
En que no mataré aquello que merece seguir viviendo por más daño que me hubiese
causado; no le clavaré un puñal a mi corazón. Dejaré de creer en sueños
inalcanzables de dar exterminio a mi imperfección, para pasar más bien a darle
la bienvenida que siempre se le negó. Entonces quizás vuelva a mi antiguo
barrio, aquel que me dio las primeras lecciones de cómo llegar hasta donde te
lo permita el cuerpo. Que problemático seria entonces intentar cambiar la
historia si ese cuerpo que ya he mencionado se mantiene aferrado a ella, todo
porque se cree seguro en las páginas de esta. Por eso hago de una vez el
llamado a mi generación: ¡el momento es ahora! Ni mañana ni después del
después, sino en este momento en el que respiras sin siquiera darte cuenta
de que lo haces.
¿Y porque? Me puedo pegar contra
las paredes sin una moneda en mi bolsillo que cambie el balance del mundo y aun
así, no encontraría aun el porqué. A menos de que este siempre haya estado.
Entonces el porqué de continuar, no sería otro que yo mismo y todo lo que
conformo. Ese sí que termina siendo el camino más elegante al bosque de mis
pesadillas y de mis dudas. Volaré con Ícaro y le avisaré antes de acercarnos
mucho al sol. Así esta generación también será una heroína y no una víctima
más. Continuaré por mí y por los que vienen a mis espaldas. Ya la primera razón
ha tomado forma en mi cabeza. Lo que viene es más difícil, el poder mantenerla.
La aventura comienza justo este día en el que siento que el cielo está más
bonito. Tomo tal hecho como una señal dada por fuerzas extrañas a mí que me
susurran: «Es
cierto, debes continuar». Así lo haré para que la razón primera se transforme en
una bandera que ondea. Me despido compañeros de nadie, cambio y fuera gente
mía.