Garzón, por favor


Me gusta verte leer, la forma en la que te concentras y te deshaces del mundo, todas esas cosas imperceptibles para otros, me gustan. Te alejas volando y vuelves por algunos segundos para cambiar la página, para subrayar una frase. Mientras haces detener el tiempo en este café de la Alameda, un sitio tan viejo que tiene todos los años del propio Chile, o que al menos huele de esa manera. Y ahí estás tú y ahí estoy yo, dos jóvenes jugando a ser adultos como ocurre cuando se tiene 19 o 20 años. La verdad es que sí, ahora que lo pienso detenidamente, no sé qué haces aquí, en un sitio olvidado de Dios en el que solo hay abuelos comunistas buscando alguien a quien contar una historia. Qué haces con las piernas cruzadas, sin apenas tomar tu té, sin prestar atención al entorno. Pero sobre todo, qué haces sin voltear a verme. No lo hiciste ni la primera ni la segunda ni las siguientes veces en las que ambos hemos estado en este local. Yo me limito a no cambiar nada, a conformarme con todo. Pero quiero que me veas, quiero que me salves. Mientras afuera el país cambia y se desdobla, yo sigo aquí esperando al garzón.

¡Mi nuevo libro!


Recientemente anuncié la culminación de mi nuevo libro. Han pasado muchas cosas en mi vida desde el último que publiqué acá en Chile, por lo que me emociona volver a hacerlo. Estaré compartiendo más detalles próximamente, por ahora les dejo el vídeo que hice explicando cómo fue mi experiencia con 25 Historias para cuando cae la lluvia:


No te acordarás



Mi vida huele a velas aromáticas, a vino y en ocasiones, sobre todo los sábados, a desilución. Es que he vivido tanto y me ha quedado tan poco que es inevitable perderme entre fotos del celular intentando dar con alguna respuesta, con algo de claridad en esta noche tan larga. Un susurro, una caricia, un chiste que se lance al vacío intentando caer en una sonrisa; una palabra que sea la fórmula alquímica para un beso. De esos que extraño y que a veces le doy a la almohada y a mi reloj intentando que vuelva atrás. Lo sé, ya no me queda tan bien decir estas cosas, no tengo 19 años, aunque los parezca, aunque de vez en vez, estando desesperado, vaya a las discotecas y termine buscando en otros cuerpos lo que encontraba en el suyo, ese pedacito de cariño que compartíamos. Pero el reggaetón está terminando, ya no quiero seguir con esto. Mañana despertaré con dolor de cabeza y sabiendo que el invierno se llevó el otoño y esto que escribo.