-Esa city-

Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Desde arriba, desde el balcón, he logrado ver  todo con claridad:


Los cables de los postes son líneas de una gran partitura en la que ningún músico se atreve a componer.

Los carros parecen fantasmas que deambulan por un purgatorio en busca de redención.

Los semáforos son faros en medio de la nada, guían a los fantasmas buscando que no se conozcan.

Casas grandes: muy grandes para los que viven dentro. Casas pequeñas: muy pequeñas para los que viven dentro.

Plazas que son escenarios de teatro, con obras reales de romance,  acción, terror o comedia.

Asfalto que dice ser material rígido y que, aun así, sirve de almohada para muchos desprotegidos.

Autopistas, calles, veredas,  infectadas todas por el virus aparentemente incurable de la contaminación.

Edificios, muchos edificios. A una gran variedad de estos nadie los vio construir, solo aparecieron un día ahí porque la tierra los escupió. Su altura los transforma en portales hacia el cielo lejano.

Palomas, un ejército de ellas. Son centinelas desde lo alto e inmunes a la electricidad.

Bulevares con guardianes llenos de hojas que te miran sin moverse.

Embotellamiento que te vuelve zombie si dejas que lo permita.

Artistas urbanos fugados de un gran anfiteatro, intercambian su talento por unas monedas.

Uno que otro borracho que grita de noche porque solo en ese estado puede expresarse libremente.

Vagabundos (muchas veces sabios disimulados) que te miran con ojos de hambre.

Cementerios repletos de lapidas con un historial correspondiente, guardan a los que no queremos dejar ir.

Grafitis que componen un museo extenso, lleno de color y rayas, lleno de desahogo.

Canchas en las que el deporte es  libertad.

Taxistas que son filósofos de gran envergadura siempre con algo interesante que decir.

Un millar de luces que despiertan sonámbulas y alumbran la salida de los fiesteros.

Perros callejeros compuestos de hueso, piel y una expresión triste. Algunas veces muerden porque la desnutrición no los deja pensar con claridad.

Un sol que sale tarde a su trabajo porque le da flojera madrugar, una luna que a veces se fastidia y no se deja ver.

Aceras rotas porque ya nadie quiere cocerlas e islas en medio de la calle que nunca conocieron el mar.

En invierno: lluvia que trae un diluvio a los techos de cartón. En verano: calor que seca las almas hasta hacerlas enojar.

Vías que dejan de ser caminos para volverse venas que llevan a un corazón llamado Centro.

Barrios con nombre y memoria, con esencia propia que los transforma en dimensiones paralelas entre sí.

La gente,  ¿Cómo no hablar de la gente? Sin gente no hay ciudad. Ellos son lo que son, de no serlo, no sería ese espacio tampoco. Entonces entiendo que  es esa gran masa de seres la creadora de su propio universo.