Aún no puedo hacerme a la idea de
que haya acabado.
Miren, un día estarán tomando
café y comiendo galletas,
al siguiente el caos saldrá de la
nada aullando un “terminar es lo mejor”.
Por eso estoy en este bar esta
noche, es mejor que quedarme en casa con un helado.
***
Tenía un amigo, ¿saben?
Un tipo mujeriego, más bien
perro, que solo le rezaba a la promiscuidad.
Yo le hablaba de romances, que
había que creer en ellos.
Él se burlaba. “Esas cosas son
como el alcohol, dejan resaca e igual se acaba”, me decía.
***
Y no acepté consejos,
ciertamente.
Me lancé desde el Salto Ángel
pensando que abajo me esperaría esa persona para recibirme.
Nada de eso, ni siquiera se quedó
para recoger los pedazos.
No quiero darle la razón a mi
amigo, pero el ron por lo menos te hace querer salir de fiesta.
***
En cambio el amor... ¡JA!
El amor es un juego con cartas
marcadas.
Es una estafa, una tragedia, la
concha vacía de un caracol que se fue.
Y nosotros -ingenuos- que nos
metemos en ella creyendo en pajaritos preñados.
***
Porque amigos míos, el amor es
ilusión.
Al final los mensajes de texto
serán borrados,
las fotos eliminadas, los regalos
guardados, los recuerdos olvidados.
Al final, cuando se encuentren en
la calle, no se saludarán. Fingirán demencia y distracción.
***
Pero es que de verdad, no puedo
creer que se haya acabado.
¿Será que mis chistes nunca le
dieron risa?
O quizás... ¡Yo fui el chiste del
que se rio!
Cuando entiendes algo como eso es
tu reír el que cambia.
***
Así es esto, compadres.
No crean que estoy deprimido.
Ustedes dirán: “pobrecito,
tranquilo, otras relaciones llegarán”.
Sí, llegarán, pero para dejarme
igual de solo, triste y diciéndole un nuevo monólogo al despecho.