Fotografía obra de VARL Photography.
Sé que moriré cualquier mañana de
estas tan solo por haber aceptado tener una vida plena. Moriré joven después de todo, yo que precisamente pensaba llegar a los
124 años. Quizás exagero, sí, pero con unos 115 me hubiese conformado. Antes de que ese
momento llegue y se embadurnen de vacío mis esfuerzos, quiero hablar una vez
más, no como si esto fuese un testamento sino una nota pre-mortem.
Y decir que me siento bien con lo
hecho aunque no siempre fuese lo correcto. Me da lo mismo haber perdido tiempo por ver televisión o dinero por estar distraído. Posiblemente (me gustaría pensar
que es así) logré un poco de libertad ante los estándares de vida que tanto quieren imponer.
La mía ha sido otoñal, con algunos cansancios pero con buenas historias por contar. Realmente es una pena que esté próxima a acabarse. Tengo una
gata que se quedará sola y ya no tendrá a quien maullarle. Cómo explicarle a
ella mi dramática desaparición, no entenderá las razones ni los porqués. Yo tampoco entiendo nada, solo intuyo conclusiones, siempre ha
sido así. Presiento que esto será por haber amado tanto a una sola persona, por
soñar más de lo que el horario de la oficina me permitía, por comer mucho helado. No me enoja este desenlace, sino los miedos innecesarios durante el desarrollo. La verdad no habría mejor momento para irme que ahora que lo espero. Sé que no será así, moriré desprevenidamente y sin haberme despedido de mis amigos. En fin, supongo que este esfuerzo infantil solo persigue
ganarle al destino, al invierno y a mi propia mala suerte. Después de todo
apenas tengo veinte años y ya he aceptado abrazar a la catrina en cualquier momento. Esa es, con toda seguridad, una forma más de proclamarse uno mismo la independencia. O de repente buscar perecer con estilo. Como sea, esperaré ese silencio que es la muerte mientras termino mi café y con él lo que fue esta vida.