Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Les hablaré de un momento
memorable e intentaré que se transporten desde donde sea que estén hasta aquel
día de julio. Piensen en una mañana soleada. Estoy en la parte de atrás de un taxi que
avanza como un vector entre los demás carros. Una muchacha se encuentra acostada a lo
largo del asiento y su cabeza descansa en mis piernas (es una hermosa muchacha, aunque no debemos ser vanidosos como los griegos antiguos, hay que dejar a un
lado que su belleza tiene algo extraño, cautivante, mágico, para enfatizar que en
realidad quizás no sea tan bonita como la concibe mi conciencia, esta se empeña en asegurar que es perfecta). Está durmiendo. Deja su protección
a mi cargo. Por ello me siento el caballero más grande de este reino, de todos
los reinos. Porque fíjense, uno siempre está a la espera de vivir escenas de
películas. Deseamos que nuestros días tengan historias emocionantes y
fantasiosas. Precisamente eso es este momento para mí. Soy
protagonista de un cortometraje de amor en el que tengo al destino dormitando
en mi regazo mientras exhala algunos ronquidos desde su boca de santuario.
Podría sentirme como cualquier otro humano pero es imposible evitar ser feliz,
declararme como un ser que ha alcanzado la gloria. Vaya tontería ¿no? Los
dioses deben de estar diciendo desde las alturas: “es un humano
ingenuo” o “¡qué gafo es este muchacho!”. Está bien que lo piensen, yo he trascendido
más allá de su opinión. Me basta con que su mano vaya sujetando la mía regalándome calor. Alzo la mirada y me fascino aún más con esta ciudad que recorro. La
ciudad sigue igual, es la vida la que ha comenzado a parecer diferente. Me dan
ganas de pintar, de tomar fotos, de reír, de comer, de cantar. Cualquier cosa
con tal de que sea a su lado. Lo peor es que ni siquiera tenemos algo, apenas la
conocí hace pocos días y no sé ni siquiera cuál será su segundo apellido. Aun
así (y al carajo los juicios acerca de esta declaración), la amo. Sí, cualquier
purista de sentimientos tendrá mucho para decir. No me importa. Solo sé que en la
radio suena “Yo sin ti no valgo nada” (no la canción original de Voz Veis, sino
la versión de Rafael “El Pollo” Brito con C4 Trio) y siento mía cada palabra
del tema. En serio, ¿Cuál será su segundo apellido? Créanme, el amor debe ser
vivido como la más grande de las exageraciones y los riesgos, sin tanto pereto
y dejándose caer al vacío. De lo contrario se marchitará el edén, se cerraran
las puertas. Ciertamente este romance (Romance… ¡carajo! Esto es serio) también
acabará algún día. Pero no esta escena. Este momento distinto a cualquier otro
en mi vida se quedará grabando en esa piedra distante que es mi corazón. Seguiré viajando al
pasado para vivir este milagro, para reencontrarme al amor en su forma más pura.
Con una muchacha a la cual acariciarle el cabello rizado mientras un taxi nos
lleva a una tierra lejana.