Fotografía obra de VARL Audiovisual
Me gustaría
decir tantas cosas, todas las palabras que existen, todas las oraciones
compuestas, en varios idiomas si es posible, para explicar cuan confuso es todo
después de ella. Luego de que al fin se llega un cielo distinto llevado de su
mano. Luego de sentir que moriría de felicidad porque el momento vivido no
podía ser tan perfecto, por presentir que algo debía salir mal. Y así ocurrió,
se fue, yo me quedé, cuánto se sufre luego del amor.
Siento un miedo
irracional a su olvido, a que no piense en nosotros estando en aquella lejanía
en donde ni siquiera puedo preguntar cómo se está, si tiene gripe, cuáles
películas ha visto, si aún me ama. Yo por otro lado sobrevivo gracias al
consumo de recuerdos farmacéuticos. Como
sus ojos, que me atormentan de noche antes de dormir; como sus labios
chiquitos transformándose en sonrisa, diciendo palabras que me parecían la cosa
más tierna del mundo, de cualquier mundo; como sus ideas, sus ocurrencias, sus
chistes, la luz que podía emanar sin si quiera intentarlo. La memoria es un
instrumento de tortura, he intentado quebrantarla usando la fuerza bruta y no
funciona, siempre termino refugiándome en nuestro cuento del pasado.
Pero no ella está,
ni estará, ni me querrá otra vez. Y eso yo lo merezco, y aceptarlo es la cosa
más dura que he vivido en años. Merezco su olvido, su silencio. Merezco que el único
contacto que tengamos sea el que se produce al buscarla en fotos y vídeos que
no dejan de ser un regalo cuando ya pasan a ser un tormento. Merezco que la
única forma de sentir que la tengo junto a mí sea hablándole a la nada e
imaginando sus respuestas. Patético. Incoherencias de un náufrago que ya no
tiene la lluvia de su amor mojándole la vida.
Y los “buenos
días” en la mañana y las “buenas noches” en la madrugada me faltan como
alimento. Necesito con urgencia aprender a sobrellevar el huracán de mis
desventuras cotidianas sin su presencia para traerme tranquilidad. Ahora el
futuro es un espejismo del desierto. Demasiado lejano y borroso como para poder
vislumbrar si ella se encuentra a mí lado. Eso es lo único que realmente deseo
saber, si luego del tiempo, si luego de tanta pena, llegaremos a unir otra vez
nuestras almas. Así se lo pido a todos los dioses que hayan pasado por este planeta,
se lo suplico al destino, y a ella.
Ahora que mi
vida es un limbo con cada día idéntico al anterior, todo gira entorno a
pensarla, a querer tenerla conmigo, a desear contarle tonterías, a que cada
cosa (parece increíble, pero así es) me lleven a ella. No sé cuánto llevaré
así, tampoco me importa. Me da igual hundirme en los pantanos de la depresión y
destruirme a mí mismo por haberla perdido.
Maldita sea, si
tan solo pudiese decir tantas cosas, todas las palabras que existen, todas las
oraciones compuestas, en varios idiomas si es posible, ella quizás llegaría a
entender el dolor que siento. Dijo que sería fácil, que yo estaría bien. Y no,
no lo fue. Ahora estoy acá, así, siendo un pendejo más en la lista de los que no
pudieron dejar de amarla, de los que anhelaron continuar a su lado y buscar
decir cosas para que se quedara. Entonces por qué hago esto. Por qué la
necesidad de escribir cartas a nadie, si nadie soy yo y tampoco quiero leerlas.