Será por la distancia que separa nuestras torres.
Será por lo sonoro del eco con el que llegan nuestras voces.
Será por las ganas de lanzarte confesiones sentimentales y kamikazes
que prendan de escarlata tus orejas
para que caigas en mis brazos anhelantes.
Pero no se puede y no estoy triste,
solo quisiera estarlo.
Mientras me refugio en el futuro nuestro.
Ese holograma prometido en el que estamos unidos nuevamente
y se deslizan mis dedos por las cascadas de tu pelo
y te hago reír con ocurrencias repentinas
y te cuento que los relojes del mundo se han detenido para
que disfrutemos.
Pero otra vez no se puede,
al menos no todavía.
Entonces me pongo a llorar de vez en siempre aunque no te lo
cuente.
Porque extraño el tenerte completa.
Extraño tus palabras amorosas
que estallaban en mis oídos
como confesiones sentimentales y kamikazes
que me ahogaban las entrañas
con agua fría de rio,
con mariposas salvajes,
con matas y árboles creciendo.
En el ahora de ahora
en donde te tengo sin tenerte,
me maldigo a mí mismo por lastimarte,
por ser quien dimensionó la distancia entre nuestras torres
y vetó tu boca a mis oídos y mis entrañas.
Por eso ya creo que no es que esté triste,
tampoco es que quiera estarlo,
sino que, desde este sitio tan alto,
soy yo la verdadera tristeza.
Nos tomaremos de las manos mañana,
eso lo juro, destino.
Aunque es agónico el camino,
en la metodología de extrañarla.