Desencuentro vespertino



Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Me gusta ver desde un balcón luego de que ha caído la lluvia. Los colores se hacen más profundos, las ideas más melancólicas. Y entre nubes grises, carros surfeando charcos, perros mojados que se sacuden, me pierdo yo también.


Me pierdo al ver a la pareja que acaba de comprar pizza. Caminan tomados de la mano. Esos deberíamos ser ella y yo, así de inmortales, de poderosos, con una pizza y la libertad del amor. Mejor ver algo más con tal de no llorar.

Como los edificios, cómo es posible que no los hayan pintado en tanto tiempo, acaso la raza que los sembró al comienzo de los tiempo no supo nunca que debían mantenerlos bonitos. Pero son los Bloques de Unare, los salva su riqueza teatral.

 Y a mí quién me salvará, quién vendrá en esta tarde a dar algún consuelo, a protegerme de la depresión. Cosa curiosa la depresión, por lo general la sienten aquellos que menos deberían. Es así, no da explicaciones.

Abajo pasa una señora con un niño, el último se lava las manos con las gotas de agua que aún caen de los tejados y la mamá lo regaña. Es una escena bonita. Quisiera creer que lo simple es lo realmente visceral, que los secretos del universo se hayan delante de nosotros. Pero no es tan fácil, a veces nada es fácil.

Quisiera también pensar que saldrá algo bueno de lo que pase, sea lo que sea. Pero no es así, la geometría universal es precisa en su funcionamiento, pero muy cruel también. Por eso al carajo la geometría universal, yo solo quiero disfrutar de esta tarde, lo merezco, lo quiero, lo necesito.

Me gusta ver desde un balcón los pájaros volando, las ventanas abiertas, a la gente riendo. Me llena de vida pensar que el sufrimiento que me impulsa escribir no compone todo en este mundo, que también hay cosas hermosas, cosas disfrutables.

No tengo frío, el clima no me afecta, pero estoy muy lejos de mi casa y eso me entristece. Tantos recuerdos pesan. Literalmente pesan. Son fantasmas que atormentan por algo que uno no les puede dar: la vida.

Ha sido un día largo, estoy cansado. Solo quisiera dormir y despertar acá otra vez. En esta escena en la que la tarde me tranquiliza porque acabó de llover y los colores son más profundos.

Luego de mis intensidades recurrentes, espero a que las luces lejanas vayan apagando al mundo. La noche llega pero yo ya no quiero pensar más. Ni depresión ni catarsis. Solo entrar de nuevo y ver una película junto al matrimonio que tengo conmigo mismo y que es demasiado orgulloso como para pensar en el divorcio.