Junio
Lana me clava sus ojos negros y
profundos, unos ojos que parecen islas flotando en un mar de fuego pues ya
lleva una hora llorando. Quienes han llorado por un tiempo parecido entenderán
que una hora parece un día entero y que en el proceso uno termina extraviado,
divagando y en un estado parecido al de los fantasmas. Quizás ella sea uno y
yo, en mi torpeza, no me he dado cuenta.
Estamos solos en su cuarto, alejados
del mundo, alejados de todo. Aunque para este punto y a pesar de estar sentados
uno frente al otro, también nos separa una distancia enorme a los dos. Ninguno
dice nada, pero en ese silencio nos entendemos. Jamás he querido a alguien como
la quiero a ella, parece tonto, me siento tonto, pero es así. Como una verdad
que me recuerda que dentro del desastre tuve suerte y la encontré. Eso, sin
embargo, sería bueno contarlo en una historia que comienza, esta es la historia
del final.
Entonces se levanta, toma mi mano
y me lleva hasta su cama. Allí hacemos el amor como nunca antes, como nunca
más. En algún momento, a mitad de la noche, presiento que me voy a morir allí
mismo. Moriré por cariño, por tristeza, por el orgasmo y la vida sin ella. Pero
soy fuerte y no lo acepto, no quiero parecer un muchacho enamorado, a esos las
muchachas los olvidan fácilmente. No quiero -por favor, Dios- que me olviden fácilmente.
Aunque sí, solo soy un muchacho enamorado que está perdido en la madrugada
buscando revivir un muerto. Y allí, en ese cementerio de pasiones, está ella
con un piercing en el labio que también amenaza llevarme al otro mundo.
Lana comienza a hundir sus uñas
en mi espalda, al principio levemente, luego aumentando la fuerza. Cuando llega
el clímax de nuestro amor, las clava como cuchillos pintados de colores. Yo
abro los ojos y la veo un instante para darme cuenta de la verdad: no busca hacerme
daño, nada de eso, solo quiere que no me vaya, que me quede ahí para
siempre. Pero eso no se puede, ya no hay vuelta atrás.
Luego nos acostamos, ella se
queda dormida y yo sigo mirándola. Está despeinada pero así se ve bonita. La
noche se va rápido, como todo aquello que es realmente memorable. Al amanecer
me voy yo también sospechando que esa será la última vez que la vea. Antes de
salir, recojo un botón que hay en el suelo y lo guardo en mi bolsillo. Regreso a
mi casa y apenas allí me permito llorar.
Julio
Lo que no te dicen de las
historias de amor es qué hacer luego de que acaban. En mi caso, opté por la
opción más ingenua: salir de fiesta para entretener la mente, para no pensar en Lana. Pero pasa lo contrario y justo la
recuerdo más. En ese proceso he estado a punto de cometer locuras. Por ejemplo,
ahora estoy borracho y tuve unas ganas inmensas por ir a verla. Frené en seco antes de
hacerlo y preferí sentarme en la acera a mirar las estrellas. ¿Será
que ella me piensa de vez en cuando? ¿Será que también querrá hablar conmigo?
Agosto
Seguimos sin hablarnos y eso está bien, como dije, debo parecer un tipo fuerte. Ni siquiera le he enviado un mensaje de texto, tampoco he preguntado por ella a nuestros amigos en común. Pero está presente cada día, sobre todo al despertar y cuando estoy a punto de dormir. También suelo soñar con ella en un promedio de tres a cuatro sueños distintos por noche, algo curioso pues no lo hacía cuando estábamos juntos. Es posible que eso, el que estuviésemos juntos, realmente nunca haya pasado. Porque aunque tenga pruebas, mis recuerdos son tan bonitos que siempre termino dudando de si serán reales o no.
Octubre
En este tiempo he intentado crecer,
lograr nuevas metas, llegar más lejos. Y lo he logrado, he podido
avanzar, pero aun así me siento horrible. A veces me descubro a mí mismo viendo
nuestras fotos en el celular y en un par de ocasiones he sentido que esas fotos
se mueven. Si es posible que una foto se mueva por sí sola, también debe ser
posible que yo logre sacarme a Lana de la cabeza. Aunque todo ayuda a lo contrario: las canciones,
los lugares, los animes. Incluso películas como Logan o Deadpool 2; o esas
otras que no le gustan a nadie pero que a uno no le parecen malas. Debo ser
paciente, tener constancia, caminar erguido. Aunque incluso determinados
olores me hagan pensarla por parecerse al suyo. Quisiera no tener nariz.
Noviembre
Hace calor, mucho calor, y además
de sed tengo ganas de orinar, ¿no es eso una ironía? El Uber avanza rápido, quien
me lleva tiene prisa y no muy buen humor. Pese a ello el conductor habla de su
vida, de su trabajo, de que es inmigrante en este país y extraña a sus hijos porque se quedaron muy lejos. Yo lo escucho, no respondo, pero sé de lo que habla.
Extrañar… qué palabra tan extraña.
Pensando en eso o en cualquier
otra cosa inverosímil, pasamos junto a una parada de bus. Y allí, como quien
espera por su destino, está Lana sentada, bonita como siempre, con sus botas de
cuero y una de sus blusas divertidas. Me quedo viéndola como
idiota, pero sin animarme a hacer otra cosa. Reacciono media hora después,
cuando ya estoy en mi trabajo -un restaurante italiano- y un cliente japonés
intenta decirme algo sobre la cuenta. No es posible, he visto a Lana en la
calle y no he sido capaz de hacer nada. Voy hasta uno de los mesoneros y le
pregunto con normalidad si esto es un sueño. Estás en San Miguelito, me
responde.
Diciembre
Hoy me iré lejos de esta ciudad,
por eso puedo hablar tranquilamente, como quien no tiene nada que perder. Hace
un tiempo escuché de un psicoterapeuta que al cumplir los tres meses una
relación puede empezar a considerarse estable. Quién sabe si eso será verdad, yo solo quisiera saber cuántos meses se necesitan para que
una relación se considere superada. ¿Será acaso cuando se tiene sexo con
alguien más? ¿O cuando se deja de pensar tanto en esa persona? Quizás cuando se
logra olvidar… Bueno, nadie olvida nunca nada, solo superamos, seguimos
adelante. Pero yo, aún cuando estoy por irme, me siento varado. Como quien no tiene a dónde ir y solo puede
voltear por encima del hombro queriendo dirigirse al sitio de donde viene. No
se puede viajar al pasado.
He dejado de hacer tantas cosas. Todas las veces que quise llamarla
de noche, que quise hacerle un regalo o decirle te quiero. Te quiero. Así de
corto y contundente. Te quiero y para este punto creo que no podré dejar de
quererte. De repente, quién sabe, me hubiese mirado a los ojos y dicho «yo te quiero a ti». Es solo suposición, pero, ¿acaso no hubiese sido increíble?
Justo ahora
armo la maleta y no sé qué hacer con la caja que tiene guardados los regalos de
Lana; está apartada en un rincón, no tengo corazón para botarla ni agallas para
llevarla conmigo. La reviso rápidamente, sin querer hacerme tanto daño. Encuentro
las cartas perfumadas, los dibujos, las fotografías tamaño carnet. Rebusco en
la caja y en mi corazón. Encuentro el botón que tomé de su
cuarto. Entonces algo se acciona en mí, voy hasta el teléfono e intento llamarla.
Me sudan las manos, me tiemblan un poco. Sin embargo, nadie contesta y
no me queda valentía como para intentarlo una vez más. Me pregunto qué música estará
sonando en la película de mi vida.
Febrero
Tuve que volver para arreglar algunas
cosas pendientes en el restaurante en donde que trabajaba. Lo hubiese hecho antes de irme,
pero se atravesaron las fiestas de navidad. Es extraño estar de vuelta y eso que apenas
tengo un mes afuera. Moviéndome rápido en la hora
pico, cruzo calles a pie entre tráfico, motorizados y otros peatones.
Entro a una estación de metro, pago
mi pasaje y espero el siguiente tren. Al llegar lo abordo y cuando las puertas
están por cerrarse, Lana aparece repentinamente y logra ingresar al transporte. La veo sorprendido, me ve sorprendida y el tiempo se detiene, o solo empieza a
correr más lentamente, o más bien deja de existir. No hay más tiempo, ni
personas alrededor, ni nada más que ella y yo mirándonos y sin saber qué hacer. Podríamos estar en su cuarto, en Kansas o en una luna de júpiter, da igual.
Entonces me pasa por la cabeza que debo sincerarme con el universo y conmigo mismo. Por eso saco mi cartera y
busco en ella el botón de Lana, se lo ofrezco, lo toma y sonríe. Luego la invito tomar un
café mientras el metro comienza a avanzar.