A María


En mi vida he tenido pocas certezas. Cuando era niño creía en Santa Claus con la devoción que se le tiene a un santo. Supongo que por eso me peleé una vez con un compañero del colegio defendiendo su existencia. Al final del día terminé con un labio hinchado, pero con la satisfacción de defender algo que valía la pena. Creo que eso mismo me pasó con nuestra historia de amor. La defendí del invierno, de la gente e incluso de mí mismo; la  tomé con las manos y la estreché en mis brazos para que no le pasara nada. Es porque te quiero, sí, genuina e intensamente, te quiero. De qué otra manera podría decirte adiós tantas veces, de tantas formas, y continuar sintiéndote conmigo. Te juro que eso me pasa, al igual que el enviarte cartas que quizás nunca llegues a leer, pero de las que espero respuesta. Como esta o como la del 2016. Como la que hice cuando nos conocimos, o seguramente la que haré dentro de 10 años. Así es y será. Para este punto solo quisiera decirte gracias por todo, abrazarte llorando y pelearme con alguien para defender que nuestro romance existirá para siempre.