-1825 días de odisea- Segunda parte


Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño.

«Inesperado»


De la mano de aquellos acontecimientos sin ninguna explicación aparente en un contexto determinado, se dio paso a algo inesperado durante aquel exilio que ya comenzaba a prolongarse: el amor llegó a la vida de Malena. Fue algo que nunca imaginaría, menos aun cuando todo el tiempo llegaban noticias sobre un plan maestro que se llevaba a cabo en el país y que era de la mano de un gran número de militares jóvenes. Sin duda el golpe de estado sería un éxito si unían fuerzas con la nueva generación de la milicia. Cada instante que pasaba, se trazaba una nueva línea en aquel proyecto dorado que prometia devolverle a su nación la grandeza. Todo el mundo estaba involucrado y el plan solo podía ser llevado a cabo si la gran cantidad de exiliados volvían al país y participaban en el desafío de derrocar al régimen. Malena sentía que al fin la gran oportunidad se acercaba, que cuando todo estuviese listo podrían regresar al país para liberarlo del egoísta y despótico mandato del tirano y sus seguidores. Entonces había aparecido aquel enamoramiento, aquel sentimiento con el que ella no contaba y que no podía evitar se consagrara en su corazón.

 Se llamaba Alejandro García, era miembro de un partido que en el pasado habia sido rival del suyo propio y que solo las circunstancias dictatoriales presentes habían logrado unir momentáneamente. El muchacho tenia su edad y era portador de un intelecto sobresaliente que era solo igualado por su carisma natural. Fue amor a primera vista y juntos llegaron a ver en el otro el complemento que nunca sintieron necesario y sin el que ahora podían estar. Aquello fue un idilio verdadero, desde precenciar juntos un amanecer al lado del mar, hasta dar en un beso todo el sentimiento acumulado en sus almas. Malena llegó a tener sueños en los que ambos eran felices, lograban derrocar la dictadura, formaban una familia y montaban juntos una librería, un teatro, un cine, o cualquier otro negocio en donde el arte pudiese andar libremente. Anheló tener hijos junto a él y que éstos no tuviesen que vivir nunca en su vida los horrores de una nación gobernada por opresores. Ella nunca olvidaría aquel segmento de su vida, ese cachito de existencia en donde pudo abrazar la felicidad en medio del caos, ese instante en el que tomarle la mano a esa persona significaba el acto más bello del dia.

El frenesí debio acabar cuando llegaron las ultimas indicaciones sobre la operación. Todo el plan estaba listo, cada persona significaba una pieza invaluable en todo el proceso y debía cumplir con su tarea para que el plan fuese un éxito. Todos conocían los contras de que las cosas no resultaran y aun así, continuaban adelante sin importar qué. En el caso de Malena y Alejandro, ambos ya poseían una razon suficiente por la cual luchar: lograr una vida junto al otro en su tierra cuando ésta fuese libre a los males del presente. Entonces el amor significó un impulso dentro de aquel escenario tan pesimista. Todo estaba preparado, no había nada que pensar sino únicamente tener la claridad suficiente como para no olvidar el motivo de la lucha. La noche anterior a la partida y cuando caminaban por la horilla del mar, Alejandro logró encapsular lo que sentia en una oración: “No sé qué vaya a pasar, no se si triunfemos, no sé si ocurra lo peor, no sé si ésta sea una de las ultimas veces que te pueda ver, solo sé que te amo infinitamente”. Se abrazaron y fueron felices una noche más. Malena sintió por primera vez en su vida que,  por lo menos en un fugaz momento de ésta, era feliz.

«Adios»

Luego del barco, del camino, de volver a la capital, de esperar refugiados toda la noche hasta el dia siguiente, de llevar a cabo el plan, de que todas las piezas estuviesen en movimiento formando aquel gran mecanismo que significaba el golpe de estado, luego de todo eso, ocurrio lo esperado: llegó la confrontación. Obviamente las fuerzas más fieles al dictador se quedarían a luchar hasta el final, todo el país había sido tomado, solo faltaba la casa de gobierno. La vida siempre termiana por sorprender a sus usuarios, tal principio es sin duda sensible a tanto hechos buenos como malos. Fue así que cuando ya parecía que estaba siendo tomado el ultimo edificio que aun resgurdaba al tirano en su interior, cuando ya el país se sentía libre de una pesadilla que antes pareció eterna, cuando solo faltaba superar la ultima barricada de soldados para liberar de una vez por todas a la nación de aquel mandatario malvado, que la tragedia tocó por ultima vez la puerta de Malena. Ocurrio en fracciones de segundo, en un segundo en el que el tiempo parecio detenerse y en el que solamente parecería escucharse el sonido del arma accionándose y luego Alejandro cayendo mientras que emanaba sangre desde la herida acabada de hacer. Otra fracción de segundo después ya habían sometido a los pistoleros enemigos, el grupo continua adelante, faltándoles poco para llegar cara a cara contra el dictador y poder tomarlo prisionero. Solo se queda Malena tomándole la mano a su enamorado. Él la mira con unos ojos que se van apagando y una sonrisa que con esfuerzo dibuja en los labios. Las lágrimas comienzan a correr en el rostro de ella. “¡Aguanta mi amor!” grita desesperada intentando traspasarle un soplo de vida al moribundo. Es inútil, ambos saben que la bala es mortal y que además la cantidad de sangre que se pierde acelera el proceso de fallecimiento. Malena voltea desesperada buscando ayuda, también resulta inútil: ningún compañero se ha quedado, todos han ido en busca del dictador. Ella vuelve a ver a su amado mientras siente que el corazón se quiere escapar de su pecho, él continua allí, tomando su mano y sonriendo. “¡Aguanta! ¡Aguanta Ale!” grita con mayor desespero. Alejandro solo logra articular una ultima oración, tan simple y corta que es compuesta por solo tres palabras: “te amo infinitamente”. Malena siente que su universo se viene abajo, llora más que nunca, aprieta la mano de él con todas sus fuerzas, nada funciona. Alejandro se muere y ella no puede creerlo. Entonces él afloja su mano y la sonrisa queda estática en el rostro, ya no pestañea y Malena entiende que su amado ha partido. Entonces siente que su mundo se ha detenido. Alejandro se ha reunido con Miguel, con su padre, con el numero impensable de martires que han caído ante ese macabro escenario dictatorial. Llora más que nunca en su vida, más que cuando dejó a su madre en el pueblo, más que cuando Nelly pago injustamente por haberla ayudado. No se percató de cuanto tiempo estuvo allí, con su propia ropa llena de sangre, de la sangre del hombre que la había hecho feliz. Afuera empezaban a escucharse gritos de jubilo y alegría. Algo bueno debía haber ocurrido, seguramente ya el tirano había caído.

«Retorno»


Su pueblo no le parecía ya tan nostálgico. Su madre la esperaba en el mismo terminal de pasajeros en que la habia despedido. Habían transcurrido cinco años desde su partida y ella no sabía cómo sentirse con ello. Llevaba puesto el rosario que su vieja le hubiese dado, este la habia cuidado siempre aunque la tragedia llegase a los que la acompañaban. Finalmente el pais comenzaba a levantarse, la libertad ya no era una ilusión irrealizable sino una realidad consagrada. Más y más exiliados volvían, más y más presos políticos salían de los calabosos de todo el territorio nacional. Ella era parte de un nuevo presente, uno por el que había sufrido en carne propia, por el que había luchado con todas sus fuerzas. Ahora estaba allí, a punto de volver al sitio de inicio. Entonces el autobús se detuvo al fin, se abrió la puerta y logró ver a su madre afuera esperándola. Ésta se sorprendió como nunca al verla, no por los cambios físicos generados por el tiempo en el que habían estado separadas, sino por el pequeño bebe que Malena llevaba entre brazos. Se llamaba Alejandro. A diferencia de su madre, nunca olcultaria a su hijo como habia muerto su padre, le explicaría orgullosa que él habia sido un héroe. Uno que dio su propia vida por cada particula de tierra que ahora pisaban. Malena no pudo evitar pensar en el hecho de que a pesar de que, ahora ya gozaban todos de democracia y justicia, de libertad y paz, que caras le habían costado a ella todas esas cosas.