-Herencia de arepa-

Fotografía obra de Génesis Pérez. 

Ya no recuerdo mucho las cosas de mi niñez, mi memoria (al igual que tantas otras cosas en mí) no funciona muy bien. Solo me quedan vestigios borrosos de esos años pasados, vestigios que narran caminatas libres por calles seguras, sin miedo en el aire, sin nerviosismo en el andar. También aparecen sonrisas generadas al sentir una vida menos injusta, menos difícil, sin tanta agonía. Eso ya es pasado, ya es parte de ese conjunto de visiones que a veces pasan de visita por nuestra conciencia, pero que para nada tienen que ver con la realidad. Todo cambió y empezó a empeorar en algún momento de la línea de tiempo. Ahora, ese escenario también comienza a transmutar. En este momento todos hemos salido a la calle y lo que se ha mostrado es nuestra propia ciudad. Esa que nunca se fue, que solo estuvo secuestrada por la violencia y la inseguridad, por aquellos demonios que ya hoy se enfrentan con la esperanza y la voluntad de cambiar las cosas para bien.


Aparecen ahora infinidad de carteles y telas pintadas entre plazas y avenidas, colgados de ventanas de edificios y también puentes. Hasta en el asfalto se escriben mensajes tan grandes que pueden ser vistos desde la Luna, que intentan ser leídos por los compatriotas que emigraron a Marte. Es justo en este pedazo de tierra que se quedó sin papel y sin expresión, en donde ahora se mantiene el ideal de escribir en donde se pueda. Caminando por las venas de mi city, puedo leer este libro que aparece a la vista de todos, éste que es constituido por cada mensaje expuesto en la Urbe. “Nos devaluaron la vida”; “Estoy cansado de estar «por lo menos vivo»”; “Podrán encerrarnos pero no dejaremos de ser libres”; y tantas otras oraciones de ese tipo escritas en tricolor. Hay que aceptar que cosas así conmueven a cualquiera.

Quedarse en casa ha dejado de ser una opción porque afuera hay un espacio que también es nuestro hogar. Más aún, afuera hay una realidad que debe ser construida. Toda esta gente está harta de tanta impunidad, de crímenes nunca defendidos, de que las necesidades de un pueblo no sean resueltas. Basta de que se nos quiera inyectar miedo en donde debería haber ilusión. Este camino no representa un final seguro, pero si es un foco de luz al cual seguir. Es esta herencia de arepa la que nos llama a salir, la que nos invita a buscar algo mejor que todo lo establecido. Es hora de hacerle honores a nuestro linaje de venezolanos.