-Para los Bloques de Unare-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Voy en la marcha galopante y oxidada de un autobús de la ruta Castillito- Trebol, de esos que se meten por Curagua, Barrio Guayana y más adelante por la gran Unare. Debido a mera casualidad -o como parte de la geometría exacta de los momentos- presto atención al paisaje. Arena, grama seca, asfalto, gente sonriendo, árboles que intentan sobrevivir; todo en este punto de geografía que es único entre lo efímero del tiempo. Entonces aparecen los Bloques de Unare para que los pensamientos exploten como fuegos artificiales en mi cabeza.


Numerosos e imponentes como tepuyes urbanos, fueron construidos hace un montón de años por un montón de manos, aunque yo siga pensando que brotaron de las entrañas de la tierra como un regalo. Cada uno con su esencia particular, con su dinamismo visual y colorido.

Son microcosmos, cerros de cemento llenos de sueños que palpitan. Millares de personas viven en su interior, todos con una historia distinta por redactar. Podría concentrarme en la inseguridad que albergan, en esa bala hundiéndose en la carne de algún inocente, en los melandros desalmados. Por ello podría pensar luego en irme lejos de mi Guayana, lejos de los imposibles que acechan al voltear cada esquina de este país. Pero no es tan fácil, no cuando lo que ata a estas tierras es un sentimiento de conexión incondicional y un anhelo desmedido por contribuir a que mejoren.

De esa forma concibo estas estructuras. En ellos se revuelven romances desvelados, perros y gatos aventureros, canciones que flotan en el aire para adornarlo, niños jugando a la pelota. Deseo fundirme con este paisaje y no despegarme jamás. El sol alumbrando desde lo alto, las telarañas que se forman por una infinidad de cables que bajan de los postes. Ahí, en ese orificio entre el caos de lo diseñado por el hombre, yo encuentro un pedazo de hogar, un sitio que llevaré conmigo por siempre.

Pero el autobús continúa adelante y me percato que acabamos de pasar la última construcción residencial que hace parte de los famosos Bloques. Comienzo a creer que esta es una curiara cruzando el río que lleva el mismo nombre: Unare. Ya no hay mucho para contar del episodio, solo afirmar que no fue esta ninguna ovación, solo una descripción certeramente subjetiva de una cordillera de edificios fantásticos.