Ya no quiero verte más


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

-Creo que tuvo suerte de morir esta noche.


-¿Suerte?- preguntó el novato.

-Sí, para ser precisos, mucha suerte- respondió el detective.

-¿Cómo podría usted saberlo?

-Hombre, está en sus ojos, mírelos bien.

Ambos se giraron hacia el cuerpo de la mujer en el suelo. Una expresión silvestre, un poco de saliva asomándose, la piel blanca y turbia ante el último respiro. El novato, sin embargo, nada encontró en los ojos.

-Disculpe, señor, pero no puedo dar con lo que dice, esta mujer se ha suicidado y...

-¡Sus ojos!- repitió el detective sin prestar atención- En sus ojos está la respuesta.

El novato, que apenas llevaba un mes en aquel trabajo, intentó esforzarse. Pero siguió encontrando únicamente la mirada abierta de dos castañas extraviadas. El detective por el contrario continuó.

-Es como una pintura… Los ojos quedan como una pintura después de morir. Siga viendo y dé con la verdad.

-Pero es que…

-¿Ve la verdad o no?

-Señor, yo no…

-¿Ve por qué tuvo suerte de morir?

-Cómo podría tener suerte de…

-Pues porque ha aceptado su destino- sentenció el detective, se alejó, sacó un cigarrillo de la chaqueta y lo encendió.

El novato miró una vez más el cuerpo inerte en el suelo. Algo era distinto, los ojos parecían haber llorado. Sintió vislumbrar una que una tristeza torrencial había pasado por allí antes de que llegase el plomazo en la sien.

-Fue un crimen pasional- dijo en voz baja.

-Así parece. ¿Pero quién lo cometió? ¿Alguna idea?- preguntó el detective.

El novato miró una vez más aquella expresión que ahora parecía cálida, no pálida, como si aún estuviese viva. Y entendió.

-La mató la soledad.

-Correcto… Esa era la única compañía de esta pobre mujer- concertó el detective.

-Tuvo suerte de morir esta noche.