Idilio en el exilio



Fotografía obra de Jaime Zarate. Fuente Original Flickr

Ven, amor mío,

llegó la hora de irnos.

Toma mi mano y apriétala fuerte

que vamos a lugares en dónde la nada lo es todo

y la felicidad nace en las cosas más simples.


Viajemos juntos en nuestra soledad,

 juntos hacia la aventura más grande,

a recorrer las carreteras del desierto de Nevada,

los barrios latinos de Paris,     
                       
las veredas de Tokio al amanecer.

Tan lejos como siempre soñaste,

tan lejos como yo nunca imaginé llegaría.

Para perdernos sin voltear atrás,

para conocer personas que como nosotros se quedaron sin hogar,

para crecer viajando

y entender lo pequeños que somos en este mundo.

Vayamos al aeropuerto ya mismo,

tomemos un autobús cuanto antes,

o alcemos los pulgares señalando el cielo en la avenida.

En la travesía las cosas parecerán más bonitas,

como esa luna que veremos navegando los canales de Brujas.

La luna será la misma, pero mis ojos estarán enamorados,

porque así me tienes, pendejo pero feliz.

Llegaremos hasta los paisajes que solo en acuarelas hemos pintado,

esos a los que ni siquiera las fotografías hacen justicia.

Y reiremos alto con los italianos.

Y hablaremos bajo con los ingleses.

Y compartiremos tragedias con todos los pueblos que también han sufrido.

Sin percatarnos habrán pasado los años.

Años de idilio en el exilio.

Entonces escucharemos el llamado a volver.

Quizás volvamos, quién sabe, a la tierra de donde salimos.

De hacerlo, descubriré lo que ya sé,

la razón de por qué pude irme sin llorar:

Que tú eres mi verdadera patria y nuestro amor mi nacionalidad.

Por eso no tengo que dar explicaciones para partir.