Fotografía obra de VARL Photography.
Lo que miro en el
espejo no es realmente lo que soy. Cada partícula reflejada podría ser de
cualquier otro. O de la tierra en la que
estoy parado (que por sí sola ya posee mil historias y que yo todas desconozco)
o del aire que me rodea. En el tiempo admiro el círculo que aún se repite ¿Cómo
podría yo hacer historia si la historia ya está hecha?
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La piedra deja de ser
dura cuando nos olvidamos de su dureza. Así también nos olvidamos de lo que nos
rodea para empezar a prestar atención a lo que queremos que nos rodee. “Pa’ lante es pa’ alla”
decíamos como grito de guerra, creyéndonos la mentira de que éramos los
primeros habitantes del mundo. No dejábamos que nos agobiasen ni nuestros
temores, ni los dragones que escupían fuego.
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Ya no quedan sabios en estas épocas y, sin embargo,
cualquiera hoy en día lo es. Lo que si
es cierto es que las artes han cambiado y eso es sin duda una suerte. Igual que
ellas son los aconteceres de los hombres. Ambos atados al “quiensabe” del
destino pero sujetos a su naturaleza, inmutables realmente en su interior.
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Ese cuento es casi verídico y maravillosamente sin
precedente alguno. Pero el final que se siente cerca por todos, nunca termina
por llegar para ninguno.
Siempre habrá vida incluso estando en plena muerte. Siempre
habrá algo por lo cual luchar, por lo cual continuar alzando los brazos hacia
el cielo. Se elimina lo eliminable, se continúa con lo que creemos lo merece.
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La obra se vuelve trágica cuando el héroe deja de ser él
mismo. Cuando todo comienza a parecerle igual de simple, igual de bello a lo no
bello. Es allí cuando él no puede salvarse a sí mismo y la ironía entra de
lleno en su aventura valerosa. Claro que en ti veo a un héroe griego, aquel que conoce su
destino y que, aun así, continúa a pesar de este. Aquel que con valor se
enfrentará contra los mismos dioses y a las calamidades que estos le manden,
con tal de rozar así sea con los dedos la gloria.
Nunca abandones tu espada o tu escudo. Yo desde la lejanía
te ayudaré disimuladamente enviándote tres monedas de un bolívar cada una, para
que puedas emprender tu viaje. Para que ya no haya excusas como “que no tienes
para el pasaje”.
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Las circunstancias propias de cada uno reavivan las ganas
por ser diferente. Diferente a los demás y a todo lo que nos rodea. La memoria
mundial nos susurra al oído, nos ínsita a buscar nuestra propia esencia. Esa
que solo es nuestra, que ningún otro puede tener, que somos capaces de definir,
de sentir, de dirigir a los demás.
El canal de televisión sigue siendo el mismo, al igual que
la película. Pero la canción si ha cambiado y ahora su melodía es más alegre.
Pareciera que mi vida entera, es un baile que nunca termina. Ahora lo entiendo:
la existencia en sí, es una rumba con borrachera incluida.
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Tal vez cuando crezcamos un poquito por lo menos,
comprenderemos porque nuestra raza es el
arma que apuñala por la espalda a su propia madre. Ésta que lo tuvo desde sus
entrañas, que le enseñó todo lo que sabía sin excepción, que le dio la certeza
de que había ese “algo más”, termina por llevarse la peor parte de la obra de
teatro. Somos nosotros los que, en retribución, la tomamos de ambos cachetes
obligándola a ver de frente las guerras de sus hijos. Le hundimos lento el
puñal para que se desangre con dolor y reímos diciendo que ella aguantará.
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Si la pasión es la musa del arte, ¿Cómo pueden llamarse
artistas los que nunca la han sentido? El pasar de los tiempos nos demuestra
que el acontecer de las cosas ocurre extrañamente. El artista no se
autoproclama, solo es la hoja que navega consiente por el rio. Es solo un
puente entre este mundo y el de lo sublime. Él no sabe siquiera lo que hace
pero siente placer con ello.
Mártires de sus propios males porque los demás los ven como
modelos que van más allá de los estándares humanos, mientras que estos se
sienten más imperfectos que la palabra misma. Se levantan en las mañanas y se
maravillan con los detalles o se dejan llevar por el desconsuelo de la realidad
que los rodee.
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La Magia de los Deseos sigue aún viva y a la orden del que
llegue hasta su reino. Por eso no puedo dejar de pensar que lo que se pueda
soñar, se podrá realizar. La cuestión es ver hasta lo invisible, sentir lo que
no tiene tacto, escuchar lo mudo y creer
en lo que no es posible; así quizás uno logra oponerse a lo que le quieren
imponer. Así uno puede proclamarse al fin, poseedor de su propio espíritu.
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Caminaré entre sombras y arena, transportaré el tiempo y el
espacio, conoceré verdades y veré estrellas, comeré arepas y reiré con amigos.
Cuando todo comience a ser nada y lo que fue deje de serlo para dar paso a lo
que será, el nuevo trayecto aparecerá claro ante la vista. Justo en ese
instante se agregará un grano más de sal al infinito océano.