Fotografía obra de Génesis Pérez
No pude dormir esa noche porque a
la mitad de esta me despertó un fantasma. Ya no recuerdo que estaría soñando, o
si el sueño seria de esos en los que uno no quiere despertar, solo sabía que el
individuo que tenía al frente ya no estaba vivo aunque yo lo pudiese ver. Estaba sentado en el piso del cuarto en
posición de flor de loto, descalzo y con la mirada fija en mí. Aparentaba mi
edad aunque se viese cansado como si estuviese trasnochado. A pesar de mis
miedos internos a tal curioso espectro, guarde silencio y ni siquiera me moví.
El en cambio continúo ahí por unos minutos, detallándome como si me evaluara a
partir de mi apariencia. Mi mundo se entumeció y se volvió más chiquito cuando,
sin previo aviso, el ser espectral empezó a hablarme:
-Estas aquí para conocerme y ni
se te ocurra pensar que es al revés- dijo con una voz ronca que no hacia juego
con su apariencia juvenil- No me importan tus dudas, tus miedos o tus cargas
del pasado. Me importan sus aptitudes, tus sueños, tus ganas por continuar.
Tampoco es relevante el hecho de que tus defectos se mantengan vivos sino lo
que hagas constantemente para acoplarlos a tu realidad. Es una mala idea esa de
ir por la vida intentado salvarnos del mundo. Es mejor hacernos parte de él. Fundirnos
entre su imperfección y aprender de ella. Dejar a un lado por un momento todos
los libros, los tecnicismos y los nombres difíciles de recordar. Simplemente
dejarte llevar por la simpleza que propone el medio sabiendo presenciar en esa simpleza
lo que realmente esconde dicho ambiente. Es un proceso bastante difícil de lograr y casi nunca se mantienen
por mucho tiempo la esencia de esta filosofía. Con la negatividad que se entromete
siempre entre tus propias indagaciones, es que terminas sentado en el sillón de
la sala preguntándote el porqué de una vida como la tuya y de las cosas que te
pasan.
Yo había agachado la cabeza y hundía
los ojos en el suelo para evitar mirar al fantasma. A nadie le gusta escuchar
una verdad que es dicha crudamente. Él continuo hablando pero hizo caso a lo
triste que se había tornado mi expresión.
-Te entiendo amigo, entiendo tus delirios y
tus heridas profundas, tus noches de depresiones solitarias. No pienses que por
no ser humano no siento, al contrario,
en esta condición uno desarrolla más corazón que nunca y la crisis se vuelve tu
mejor amiga cuando el corazón se hace débil. También entiendo la pobreza,
aquella que no te deja comer cuando el dinero se cuela por los poros de la
necesidad. Las deudas las entiendo al igual que los sacrificios. He hecho
varias tesis sobre cada uno de esos temas y he escrito libros sobre lo mal que
se vive cuando el destino se abraza del capricho de ponernos a prueba. No creas
que eres el único porque también soy como tú en más de un sentido, no solo en
los malos que ya he nombrado.
-¿Porque me dices todo esto?- lo
interrumpí gritándole, cansado por sus palabras- ¿Por qué me vienes a
martirizar como si yo fuese Ebenezer Scrooge? ¡Déjame! ¡Vete y
déjame!
El sin embargo continuo hablando con la misma
tranquilidad, como si supiese que yo reaccionaria en algún momento de esa
forma.
-¿No lo entiendes aun? Queda
mucho trabajo todavía, quedan más días de dormir tarde y despertar temprano, más
problemas y más luchas que parecerán carecer de sentido. Sin embargo eso no
importará, yo vine más bien a recordarte el porqué de tus martirios y tus malos
tramos, vine a intentar renovar tus fuerzas, esa es mi misión. La esperanza también
está siendo acaparada en este mundo y cada vez se nota más sus escases.
Compañero, nada de eso tampoco importa.
-¿Entonces qué es lo que sí
importa? ¿Que continúe tras un ideal que quizás ni siquiera es el correcto?
¿Que continúe con la ilusión de que los sueños se cumplen?
-Solo te pido que creas en ti, que tengas fe,
que dejes de ser la víctima, que busques felicidad. Que esa revolución que se
cree en tus pensamientos esté ligada al milagro de sentirte capaz de cumplir lo
que desees. Que vuelvas algún día a Canaima y que no te quedes sin mirar ese
paraíso por pensar en un millar de cosas menos importantes que disfrutar del
presente. Yo te ayudare en la lejanía, desde un faro lejano que guie las
curiaras de tus ilusiones, aunque más no puedo hacer. Te puedo mostrar la luz, tú
deberás ir hacia ella. Al final de cuentas, yo sí creo en ti, sé que lo
lograras.
Lloré esa noche hasta que sentí
que las lágrimas se habían acabado y en algún momento caí dormido en la cama de
la que nunca me despegue mientras hablaba con el muchacho que tuve enfrente. Al
día siguiente desperté y no supe si creer que aquella conversación extraña y
fugaz había sido real o quizás solo un sueño en el que mi subconsciente me
recordaba verdades que muy en el fondo sabía eran ciertas, aunque las olvidase
por las situaciones complejas con las que debía lidiar constantemente. Siempre
sentí que la primera opción fue la que paso y que aquel individuo si existía
realmente. Ahora que lo pienso, quizás no era un fantasma sino un ángel muy
desgastado por tantos milenios de ayuda a los mortales.