Fotografía obra de Génesis Pérez
Queríamos ser Dios, queríamos
llegar a sentir la gloria de poder crear algo de donde no había realmente nada.
Quizás el ego nos había consumido, pero estábamos ciegos para lograr si quiera
darnos cuenta. Podíamos verlo, podíamos casi tocarlo, y dentro de un tiempo también
lo oiríamos. Los estudios habían avanzado de manera sigilosa, lejos de la
humanidad que estaba afuera y que ni siquiera se imaginaba que dentro de aquel
lugar ocurrían el tipo de cosas que nosotros llevábamos a cabo. Sin embargo,
para nosotros era una realidad todo aquello. Ya no nos preocupábamos por las guerras que debían de estarse
realizando a lo largo del mundo, tampoco por la escasez de comida que debía de
haber en los países más pobres, todo aquello ya nos daba igual. Era simple, lo
que hacíamos en aquel momento era trascendental en comparación.
Entonces ¿Qué demonios era lo que
pretendíamos en realidad? ¿Jugar a la grandeza de lograr sentirnos poderosos? O ¿Desvincularnos de los
hombres comunes? Ya ni siquiera puedo pensar con claridad. Todos luchábamos por
una misma causa, por un mismo objetivo. Este quizás no era de correcta
naturaleza, solo era lo que era. Allí estábamos, debatiéndonos constantemente entre el bien y
el mal que proponía todo aquel proyecto. Algunos llevaban semanas y otros
meses, uno que otro (como yo) llevaba toda la vida trabajando en aquel
experimento que ponía todos nuestros esfuerzos en juego, pero sobretodo,
nuestra seguridad. ¿Qué llegaría a pensar el mundo cuando, tiempo después, se
descubriese la verdad? Esto sería inevitable, el creer que nada saldría a la
luz era como intentar tapar el sol con un dedo. ¿Qué pasaría con los que
estuvieron involucrados en dichas acciones? Aquellos que estuvieron en contra
de cielo y tierra con tal de lograr el objetivo final, no podíamos si quiera
imaginar lo que nos ocurriría. Lo que si
era seguro, es que la excitación subía conforme avanzábamos con el trabajo. La
emoción se hacía vigente y se entremezclaba con el miedo, pero siempre se
mantenía en mayor proporción el hecho de que lo que hacíamos era grande.
Toda una raza de hombres sobre
nuestras espaldas, infinidad de individuos inmersos en aquella tarea en donde
habían participado indirectamente con sus valiosos aportes, todo para que
nosotros pudiésemos llevar a cabo la misión final. Allí estábamos, un grupo no
mayor de 50 hombres y mujeres dedicando nuestro
espíritu para lograr realizar aquel sueño. Poco faltaba, tan poco que sentíamos
que era una mentira, que no podía ser posible que estuviésemos tan cerca. Al
final era cierto, estábamos jugando a ser Dios, estábamos jugando con la
creación y con la naturaleza misma de las cosas.
Yo dirigí todo esto desde el
comienzo, fui testigo de cada paso, participé en la inmensa tarea de lograr
clonar a un ser humano… Dentro de poco nacerá
un nuevo individuo de donde antes no había nada. Este momento será inmortal para
la raza.