Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
-¿Me escuchaste?- me preguntó
Ceci, la muchacha que apenas esa tarde acababa de conocer. Aún estaba sudorosa
y agitada, con una botella de agua en una mano y su celular en la otra.
-Si… claro que si- le respondo
entrecortadamente, todavía no he recuperado el aire y tengo la boca seca, aún así
encuentro la manera de responder- Decías que ojala el video se vea bien.
-¡Exacto! No había mucho sol y
estábamos corriendo, pero creo que si se logra ver lo esencial.
El señor Carlo es el dueño de la
pizzería a la que hemos llegado. Es un viejito que mantiene el acento italiano
retenido desde su niñez antes de llegar a temprana edad a nuestro país. Luego
de contarle rápidamente lo sucedido y de suplicarle ayuda, nos ha dado refugio
en la cocina del local, lejos de la vista pública. Hemos llegado hasta aquel
lugar luego de correr muchas cuadras, luego de separarnos de los que marchaban
con nosotros, luego de sentir el miedo vivo en nuestros corazones tras la
persecución de los hostiles que nos atacaron. Toda la gente que nos acompañaba
en el lugar salió huyendo, ¿Qué podíamos hacer contra enemigos armados? Nada,
excepto intentar salvar la integridad propia. Sin embargo, Ceci ha logrado grabar
todo aquello, tenemos la prueba recién tomada de lo que ha ocurrido. Todo el
país, el mundo entero podrá enterarse de lo que ha ocurrido.
-¿Le has podido mandar el video a
tu amiga?- le pregunto.
-No, aun no. La red esta lenta,
pero ya se está enviando, es cuestión de esperar.
Ceci me ha contado que una amiga
suya es corresponsal de un medio de comunicación en la capital, que ella
logrará que el video sea transmitido. Entonces pienso que ha valido la pena la
protesta, la angustia, soportar el abuso, todo porque la acción de dos personas
ha logrado generar aquella prueba. Veo a la muchacha y apenas hasta ese momento
me doy cuenta de lo bonita que es, prácticamente toda la tarde observándola
mientras hablábamos y ahora es que vengo a reparar en ese factor.
-¿Qué pasa?- me pregunta al darse
cuenta de cómo la miro.
-Nada, no pasa nada- le respondo
y bebo agua para disimular. De nada sirve, las mujeres con su intuición captan
todo lo que pasa a su al rededor. Ella sonríe y se sonroja. Que irónico que
justo en aquel momento en el que el país está en caos e incluso luego de haber
sido víctimas de una persecución, aún haya espacio para una escena entre dos
posibles enamorados. Me mira, le sostengo la mirada, sonreímos. Quizás ese es
el momento el más bonito del día, el más bonito que he tenido en mucho tiempo.
La muchacha mira su celular, se
emociona y dice:
-¡Al fin! Se envió el video, ya
podremos…
Se escuchan sonidos provenientes
de afuera, como si se hubiese caído alguna cosa. Hago un esfuerzo para escuchar
mejor y un nuevo ruido surge del espacio en donde se encuentran las sillas y
mesas de la pizzería. Ceci también lo ha escuchado y voltea nerviosa. Comienzan
a llegar gritos enojados de voces desconocidas, ¿Qué estará pasando? Comienzo a
pensar lo peor y aquel miedo que he experimentado en la huida de hace rato vuelve
a hacer presencia en mi interior. El grito del señor Carlo delata lo que está
ocurriendo afuera al pronunciar: “¡Acá no hay nadie, váyanse de mi negocio!”
con su acento italiano lleno de cólera. Se oyen más ruidos y la voz del que nos
ha ayudado no vuelve a detectarse.
-Nos descubrieron, seguro que nos
siguieron- me dice Ceci. Esa misma intuición que posee como mujer, me da la
seguridad de que está en lo correcto: de alguna forma nos han encontrado sin
que nos diésemos cuenta de ello. Los estruendos de cosas cayendo y los
murmullos de los individuos se hacen cada vez más cercanos, pronto estarán en
la cocina.
Ni Ceci ni yo volvemos a
mencionar palabra alguna, sin darnos cuenta y dejándonos llevar por algún
impulso sentimental, nos tomamos de la mano fuertemente. Entonces ocurre lo que
temíamos: los individuos entran a la cocina, enojados, llenos de agresividad, mirándonos
fijamente como si fuésemos presas que intentarán escapar. Reconozco algunos
rostros con los que nos hemos topado en el primer encuentro, ahora en cambio no
podremos contar con la misma suerte, ya no hay para donde correr. En el
interior de mi conciencia sé lo que ocurrirá, sé que se podrá definir bajo dos
palabras muy simples: “algo malo”. Aquí estoy y el tiempo parece correr más
lentamente, tomado de la mano de aquella bonita muchacha, sintiendo que el
temor paraliza cualquier movimiento. Pero la esperanza se revuelve en mi mente,
el video ya se ha enviado y llegará hasta la amiga de Ceci y más tarde hasta un
millar de personas más. Debo confiar plenamente en que ocurrirá así. Con él se
mostrará la evidencia que sentenciará a los atacantes que ahora tenemos en
frente. Cualquier cosa podría pasarnos a nosotros dos, pero nada importará más
que el hecho de saber que hemos sido mensajeros de la verdad.
El primero de los hombres da un
paso al frente y yo cierro por algunas milésimas de segundo los ojos. Entonces
siento que valdrá la pena toda la lucha, todo aquel sacrificio. Sin duda los
motivos harán valedera toda aquella situación. Además, a pesar de todo, desde
hace mucho que no tomo la mano de una mujer tan bella.