Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño
Como individuos sensibles que
somos, nos ocurren cosas que van más allá de lo descriptible, estas son las que
realmente llegamos a sentir con el corazón. Lo siguiente no es más que la
reunión de distintos pensamientos generados por el sentir de un órgano
apasionado:
En mi caso, tanto vivir me ha llevado a
concebir pocos elementos dentro de la categoría de trascendentales, el más
bonito sería sin duda, el acto de enamorase. La realidad se torna tan simple y
al mismo tiempo tan complicada, que es hermoso todo el sistema de vida y muerte
por el que pasamos. Vida, porque cada momento a su lado representa para mí un
nuevo amanecer lleno de renovación; muerte, porque cuando me alejo de ella mi
existencia va caducando hasta que mis ojos vuelven a dar con los suyos. Sus
ojos… ¿Alguna vez he logrado hablar de sus ojos? Ellos son un puente hacia un
lugar mejor, uno en el que yo me siento en paz con todo lo demás. Sus ojos me
salvaron de la duda de si la soledad lograría acabar conmigo, me permitieron
creer en el hecho verídico de que no solo las palabras trasladan mensajes
extraordinarios.
Las historias de amor siempre son
complejas y abarcan tantos elementos que terminan por convertirse en laberintos
inmensos. Cada una es distinta, única, sin ningún tipo de parecido absoluto con
otra. Vuelvo a concluir entonces, que el amor es tan moldeable que no permite
garantizar un proceso exacto en el que constantemente pueda desenvolverse, cada
quien hace con él su voluntad. A mí por ejemplo siempre me gustaron los
cuentos bonitos, aquellos que conmueven e inspiran con tan solo oírlos. Más
tarde que temprano, terminó por llegar mi propia vivencia de amor y pude entender
el por qué de tanta espera, el por qué de tantas noches de mirar estrellas
anhelando a que en alguna parte estuviese la mujer que también esperase por mí.
Tanto tiempo en la nada fue necesario y hoy ya sé que valió la pena sobrellevarlo.
Cuando por fin comenzó el
romance, cada beso se transformó en un creador de felicidad espontanea. El acto
de unir ambos labios es juntar las dos almas mientras éstas piden a gritos que
ese instante no se acabe, que al
contrario se vuelva eterno. Incluso creo que el tiempo sí llega a detenerse por
unos pocos segundos. Por lo menos esa es la sensación que siento, o quizás sea
una ilusión más a la que me induce el delirio que despierta en mí su Ser.
Mientras que ahora demuestro toda
la cursilería que puedo contener, sueño con un futuro junto a ella, sueño con
que todo continuará así como es hoy, porque aunque haya problemas típicos de toda
relación pasional, el amor verdadero se abre paso. A su lado soy una mejor
persona, las sonrisas y la alegría nunca faltan y eso es una suerte. En algunos
momentos de desbordado sentimiento, logro abrazarla sin abrazarla, puedo
escucharla cuando hay silencio absoluto, verla al cerrar los ojos, finalmente, consigo
decirle “te quiero” sin pronunciar ninguna palabra. Gracias por cada recuerdo generado y cada fragmento nuevo que
se adhiere a este cuento, uno que se vuelve inmortal conforme avanza, uno que
me estimula a creer que la magia que despide es un milagro en movimiento.
El idilio multiplica cada partícula
sublime que conforma ese universo que se muestra ante la persona que ame con
frenesí. Es trascendental el hecho de que podamos acostarnos cada noche
pensando en esa persona y que al despertar sea igualmente el primer pensamiento
que llegue. Eso sí que es un romance, uno que es mio, uno que es de ella, uno que es nuestro.