Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño.
«Inesperado»
De la mano de aquellos acontecimientos
sin ninguna explicación aparente en un contexto determinado, se dio paso a algo
inesperado durante aquel exilio que ya comenzaba a prolongarse: el amor llegó a
la vida de Malena. Fue algo que nunca imaginaría, menos aun cuando todo el
tiempo llegaban noticias sobre un plan maestro que se llevaba a cabo en el país
y que era de la mano de un gran número de militares jóvenes. Sin duda el golpe
de estado sería un éxito si unían fuerzas con la nueva generación de la milicia.
Cada instante que pasaba, se trazaba una nueva línea en aquel proyecto dorado
que prometia devolverle a su nación la grandeza. Todo el mundo estaba
involucrado y el plan solo podía ser llevado a cabo si la gran cantidad de
exiliados volvían al país y participaban en el desafío de derrocar al régimen.
Malena sentía que al fin la gran oportunidad se acercaba, que cuando todo
estuviese listo podrían regresar al país para liberarlo del egoísta y despótico
mandato del tirano y sus seguidores. Entonces había aparecido aquel
enamoramiento, aquel sentimiento con el que ella no contaba y que no podía
evitar se consagrara en su corazón.
Se llamaba Alejandro García, era miembro de un
partido que en el pasado habia sido rival del suyo propio y que solo las
circunstancias dictatoriales presentes habían logrado unir momentáneamente. El
muchacho tenia su edad y era portador de un intelecto sobresaliente que era
solo igualado por su carisma natural. Fue amor a primera vista y juntos
llegaron a ver en el otro el complemento que nunca sintieron necesario y sin el
que ahora podían estar. Aquello fue un idilio verdadero, desde precenciar
juntos un amanecer al lado del mar, hasta dar en un beso todo el sentimiento
acumulado en sus almas. Malena llegó a tener sueños en los que ambos eran
felices, lograban derrocar la dictadura, formaban una familia y montaban juntos
una librería, un teatro, un cine, o cualquier otro negocio en donde el arte
pudiese andar libremente. Anheló tener hijos junto a él y que éstos no tuviesen
que vivir nunca en su vida los horrores de una nación gobernada por opresores.
Ella nunca olvidaría aquel segmento de su vida, ese cachito de existencia en
donde pudo abrazar la felicidad en medio del caos, ese instante en el que
tomarle la mano a esa persona significaba el acto más bello del dia.
El frenesí debio acabar cuando
llegaron las ultimas indicaciones sobre la operación. Todo el plan estaba
listo, cada persona significaba una pieza invaluable en todo el proceso y debía
cumplir con su tarea para que el plan fuese un éxito. Todos conocían los
contras de que las cosas no resultaran y aun así, continuaban adelante sin importar
qué. En el caso de Malena y Alejandro, ambos ya poseían una razon suficiente
por la cual luchar: lograr una vida junto al otro en su tierra cuando ésta
fuese libre a los males del presente. Entonces el amor significó un impulso
dentro de aquel escenario tan pesimista. Todo estaba preparado, no había nada
que pensar sino únicamente tener la claridad suficiente como para no olvidar el
motivo de la lucha. La noche anterior a la partida y cuando caminaban por la
horilla del mar, Alejandro logró encapsular lo que sentia en una oración: “No
sé qué vaya a pasar, no se si triunfemos, no sé si ocurra lo peor, no sé si ésta
sea una de las ultimas veces que te pueda ver, solo sé que te amo
infinitamente”. Se abrazaron y fueron felices una noche más. Malena sintió por
primera vez en su vida que, por lo menos
en un fugaz momento de ésta, era feliz.
«Adios»
Luego del barco, del camino, de volver
a la capital, de esperar refugiados toda la noche hasta el dia siguiente, de
llevar a cabo el plan, de que todas las piezas estuviesen en movimiento
formando aquel gran mecanismo que significaba el golpe de estado, luego de todo
eso, ocurrio lo esperado: llegó la confrontación. Obviamente las fuerzas más
fieles al dictador se quedarían a luchar hasta el final, todo el país había
sido tomado, solo faltaba la casa de gobierno. La vida siempre termiana por
sorprender a sus usuarios, tal principio es sin duda sensible a tanto hechos
buenos como malos. Fue así que cuando ya parecía que estaba siendo tomado el
ultimo edificio que aun resgurdaba al tirano en su interior, cuando ya el país
se sentía libre de una pesadilla que antes pareció eterna, cuando solo faltaba superar
la ultima barricada de soldados para liberar de una vez por todas a la nación
de aquel mandatario malvado, que la tragedia tocó por ultima vez la puerta de
Malena. Ocurrio en fracciones de segundo, en un segundo en el que el tiempo
parecio detenerse y en el que solamente parecería escucharse el sonido del arma
accionándose y luego Alejandro cayendo mientras que emanaba sangre desde la
herida acabada de hacer. Otra fracción de segundo después ya habían sometido a
los pistoleros enemigos, el grupo continua adelante, faltándoles poco para
llegar cara a cara contra el dictador y poder tomarlo prisionero. Solo se queda
Malena tomándole la mano a su enamorado. Él la mira con unos ojos que se van
apagando y una sonrisa que con esfuerzo dibuja en los labios. Las lágrimas
comienzan a correr en el rostro de ella. “¡Aguanta mi amor!” grita desesperada
intentando traspasarle un soplo de vida al moribundo. Es inútil, ambos saben
que la bala es mortal y que además la cantidad de sangre que se pierde acelera
el proceso de fallecimiento. Malena voltea desesperada buscando ayuda, también
resulta inútil: ningún compañero se ha quedado, todos han ido en busca del
dictador. Ella vuelve a ver a su amado mientras siente que el corazón se quiere
escapar de su pecho, él continua allí, tomando su mano y sonriendo. “¡Aguanta! ¡Aguanta
Ale!” grita con mayor desespero. Alejandro solo logra articular una ultima
oración, tan simple y corta que es compuesta por solo tres palabras: “te amo
infinitamente”. Malena siente que su universo se viene abajo, llora más que
nunca, aprieta la mano de él con todas sus fuerzas, nada funciona. Alejandro se
muere y ella no puede creerlo. Entonces él afloja su mano y la sonrisa queda estática
en el rostro, ya no pestañea y Malena entiende que su amado ha partido.
Entonces siente que su mundo se ha detenido. Alejandro se ha reunido con Miguel,
con su padre, con el numero impensable de martires que han caído ante ese
macabro escenario dictatorial. Llora más que nunca en su vida, más que cuando
dejó a su madre en el pueblo, más que cuando Nelly pago injustamente por
haberla ayudado. No se percató de cuanto tiempo estuvo allí, con su propia ropa
llena de sangre, de la sangre del hombre que la había hecho feliz. Afuera
empezaban a escucharse gritos de jubilo y alegría. Algo bueno debía haber
ocurrido, seguramente ya el tirano había caído.
«Retorno»
Su pueblo no le parecía ya tan
nostálgico. Su madre la esperaba en el mismo terminal de pasajeros en que la
habia despedido. Habían transcurrido cinco años desde su partida y ella no sabía
cómo sentirse con ello. Llevaba puesto el rosario que su vieja le hubiese dado,
este la habia cuidado siempre aunque la tragedia llegase a los que la acompañaban.
Finalmente el pais comenzaba a levantarse, la libertad ya no era una ilusión
irrealizable sino una realidad consagrada. Más y más exiliados volvían, más y
más presos políticos salían de los calabosos de todo el territorio nacional.
Ella era parte de un nuevo presente, uno por el que había sufrido en carne
propia, por el que había luchado con todas sus fuerzas. Ahora estaba allí, a
punto de volver al sitio de inicio. Entonces el autobús se detuvo al fin, se abrió
la puerta y logró ver a su madre afuera esperándola. Ésta se sorprendió como
nunca al verla, no por los cambios físicos generados por el tiempo en el que
habían estado separadas, sino por el pequeño bebe que Malena llevaba entre
brazos. Se llamaba Alejandro. A diferencia de su madre, nunca olcultaria a su
hijo como habia muerto su padre, le explicaría orgullosa que él habia sido un
héroe. Uno que dio su propia vida por cada particula de tierra que ahora
pisaban. Malena no pudo evitar pensar en el hecho de que a pesar de que, ahora ya
gozaban todos de democracia y justicia, de libertad y paz, que caras le habían
costado a ella todas esas cosas.