Fotografía obra de Génesis Pérez
Tal parece que conforme avanzan
los años se fortalece aquel argumento de que «la vida es un tango y el que la baila
es un loco». Por lo menos mediante esa
frase tan corta se ve representada mi propia historia, aquella que intenta
mantenerse alegre a pesar de este destino que a veces pareciera mostrarse tan colérico,
que continua con sueños que van más allá de cualquier impulso pasajero.
Pero nada de eso importa mucho, la
realidad de este asunto es que, al ser la vida un tango, éste ha cambiado por
fin de melodía. Me refiero al evento natural por el que cada individuo pasa y
que consiste en dejar una etapa para empezar otra. Tal cuestión es en realidad
una despedida para lo que se va. Estoy en ese punto precisamente, en ese limbo
de la fase en el que uno se traslada de un escenario a otro. Este loco intenta
decirle adiós a una etapa que se va; una que, si bien representó un segmento
particular con esencia propia, con únicas experiencias y una trama que será
realmente inolvidable, ha llegado a su desenlace. Entonces entiendes que los principios
y los finales representan una cualidad constante de toda esta existencia.
Recuerdo ahora cada momento que
representó este ciclo, no todos buenos, no todos malos, simplemente vividos con
plenitud. Y el amor… Ese que se coló por cada poro; por cada ilusión que
fluyese entre mis devenires; que me hizo confiar ciegamente en la realidad de
lograr ser felices en compañía de la persona amada. Y las desdichas… Esas que
me transformaron en un héroe griego; que me saludaron cuando se suponía que
nada podría salir mal, demostrándome que ninguna dicha puede ser eterna; que también
lograron su cometido cuando, al lograr superarlas, crecí como individuo. Y los
sueños… Esos que me impulsaron hacia adelante cuando infinidad de fuerzas venían
en dirección contaría; que representaron para mí la esperanza por la cual
mantenerme vivo, que me sirvieron de musa. Y la tragedia… A esa si le digo adiós
sin desear volverla a tener de compañía, entiendo que fue fundamental en todo
el recorrido, pero ya es hora de que llegue otra con distintas características.
En este momento creo que logro pensar
con un poco de mayor claridad ante este evento de cerrar una etapa, puedo decir
entonces que me siento bien con que así ocurra. Entiendo que los cambios son
necesarios, que nada es inmutable, que podemos intentar permanecer quietos pero
que esta vida es un tango y hay que bailarlo. En realidad, lo que con mayor
certeza comprendo, es que no me despido de un trecho de mi camino, sino de un
pedazo de mí Ser que ya no volverá a ser el mismo. Esa es en realidad la
cuestión, que aquel Yo que se queda atrás mirándome a punto de llorar por el
abandono, no puede acompañarme hacia lo que representa el futuro. No puedo
negarlo, siento nostalgia ante cada vivencia que se queda atrás, ante cada
sentimiento que emanó mi corazón, ante los pequeños detalles que ahora puedo
recordar porque realmente fueron importantes, en fin, ante todo lo que ya no
volverá a ocurrir debido a que es imposible revivir con exactitud lo pasado.
Hoy este loco le da la despedida a una infinidad de cosas que no podrá olvidar,
pero que no serán ya parte de sus días. Irónicamente también le da la
bienvenida a todo el universo que se muestra frente él y que está a punto de
comenzar a desarrollarse. El bandoneón
nunca había sonado tan bien ante la emoción de lo que ocurrirá a continuación.