Fotografía obra de VARL Photography.
La realidad que a mí, a mis amigos y a toda esta generación
nos tocó vivir, no es nada fácil de sobrellevar. Sin que importe la querencia
desmedida de salir adelante, de ser innovador en el campo que se desee o de por
lo menos mantener una vida que rose la línea imaginaria de lo “normal”, siempre
habrá factores externos que nuestros impulsos no podrán enfrentar. Entre las
muchas variantes que entran en este punto, no habrá otra de tal magnitud como
la inseguridad que nos carcome la piel. Sales a la calle y se despiertan dos
impulsos que parecieran necesarios para sobrevivir: el primero, mirar toda la
distancia hacia adelante que puedas para darte cuenta quien viene hacia ti; el
segundo, voltear hacia atrás para ver quien está a tu espalda. Ambos procesos
en un estado de nerviosismo que varía
según el individuo pero que siempre impera en muchos ciudadanos de nuestras
polis. Desde hace tiempo que empecé a escuchar de los más viejos la frase de:
“dejamos de vivir para empezar a sobrevivir”. Sí, es triste aceptar la realidad
de la situación y más cuando pretendes oponerte a ella intentando continuar con
tu constante quehacer de ir al colegio, al trabajo, a tomarte algo en un bar
nocturno, a un centro comercial para reunirte con amigos o al salir a la acera
de tu casa a respirar porque el encierro de la casa ya te asfixia. Yéndonos a
la raíz del problema sobre nuestra invariable delincuencia a nivel nacional,
unos dirán que los malandros son el resultado a diferentes elementos que
terminaron por “invocar” este fenómeno social. Que si la pobreza, la
ignorancia, la corrupción que viene desde arriba, o simplemente, como diría
mamá, “la sinvergüenzura de las gentes que optan por lo fácil”. Sea cual sea la
razón, no podré nunca entender el hecho de que un hermano le quite a otro a la
fuerza amenazándolo con hacerle daño o incluso con matarlo. Cierto es que en la
historia de toda civilización han habido ladrones, pero como nuestros “choros”
creo que muy pocos, y que cada quien se encargue de darle la interpretación que
quiera a tal afirmación. La cuestión es que éste es un problema de todos, que
afecta a todos y del cual solo podremos salir todos pero estando juntos. Aunque
a veces sea difícil de creer, las personas buenas siguen siendo la mayoría en
esta turbulenta nación, eso es algo que la delincuencia no podrá cambiar. Por ahora, solo
me queda decirte con la desolación de una profecía apocalíptica: cuídate de las
esquinas.