Fotografía obra de VARL Photography.
-Creo que ya hemos llegado al punto en el que puede pasar
cualquier cosa, quizás mañana mismo sea el fin de nuestra nación. Es evidente en
la expresión de la gente cuando se camina por la calle, en las palabras
pronunciadas cuando se conversa con algún conocido, en el miedo que despiden
los ojos de las personas. Qué triste es todo esto, afuera podría llegar a pasar
cualquier cosa y, aun así, muchos nos quedaríamos en el limbo de la
incertidumbre- le comentó uno de los
invisibles al otro.
-¿Y qué podemos hacer en todo esto?– respondió el amigo- No
somos más que granos de arena en esta playa, hacer algo es esperar mucho de
nosotros mismos…
-¡Por Dios! No me pidas que me resigne ni delates que tú ya
lo has hecho. Es de nuestra propia vida de lo que hablamos, es nuestro país,
nuestro todo en conjunto lo que está en juego. No podemos hacer de cuenta que
no pasa nada.
-¿Acaso crees que no lo sé? Yo conozco perfectamente la
situación que vivimos, pero no puedo evitar pensar que es demasiado turbio el
destino que nos tocó.
El silencio se hizo. Estaban sentados en la isla de la
urbanización, mientras que a su alrededor la tarde empezaba a convertirse en
noche. Entonces uno por fin habló, quizás más para sí mismo que para su
interlocutor:
-Hubiese querido nacer en otra época, una menos problemática.
-Es que en realidad el problema no es la época, sino los que
la vivimos. Ésta es la misma tierra, el mismo cielo y sol, el mismo aire; en
fin, el mismo espacio de nuestros antepasados. El verdadero problema somos los
que ahora lo habitamos.
-¿Y tú todavía tienes esperanzas? – preguntó el otro
invisible.
-Sí, aún creo que todo llegará a salir bien- respondió
inyectando convicción a cada palabra- Aunque poco a poco se encojan las
ilusiones que todavía se alberguen en los corazón, aunque con cada día que pase
se haga más palpable el miedo que se respira desde hace tiempo, aunque
sonriamos cada vez menos porque no hay espacio para esos lujos en esta realidad,
aun así, tengo esperanza.
-Cada vez son más grandes las dudas, las intrincadas
situaciones que nos hacen pensar que lo hemos perdido todo, el abuso también
impera. Son demasiadas quimeras reunidas en las conciencias de todo un pueblo...
¿Pero sabes qué? Yo también siento un extraño presentimiento, uno que me
susurra que todo saldrá bien, que solo es cuestión de luchar por ello.
-Solo espero que esa lucha no sea eterna.
-¿Pero qué importaría? ¿Acaso no valdría la pena seguir
aguantando hasta lograr la meta final? Yo creo que sí. Porque tengo además de
esperanzas, grandes reservas de amor hacia este pedazo de mundo en el que
estamos parados. Yo digo que el tiempo no borrará el sentimiento invertido
hacia algo tan puro. A pesar de que todo se torne oscuro, sé que nuestra propia
voluntad siempre nos terminará alumbrando.
-Ahora lo sé, vale la pena continuar.
-Nunca ha valido tanto hacerlo.
Ambos invisibles eran seres comunes que solo intentaban reflexionar
sobre la situación que vivía su nación. Sin duda ésta no era la más sencilla,
tampoco la más llevadera, pero ahí estaban, inyectando dosis de valentía a sus
aconteceres. Solo la unión los llevaría lejos, los haría crecer. Entendían los
eventos que transcurrían en su sociedad, pero sobretodo, luchaban en contra de
la contundente fuerza con la que los golpeaban. Sentados, veían el atardecer,
mientras formaban parte de aquellos que deseaban con todo su Ser moldear un
futuro mejor. Sin darse cuenta si quiera, ya comenzaban a materializarse y a dejar
de ser invisibles, su presencia se hacía vigente para los que no los veían
antes. El tricolor del mañana los impulsaba en todo el proceso.