-Escasez de paciencia-


Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Entonces ya ni las mañanas son como las de antes. El sol brilla sí, también las nubes se despliegan a lo largo y ancho del cielo, pero abajo en esta tierra hay algo distinto. Es la realidad la que ha cambiado, es  este presente vertiginoso el que nos hace pensar que algo no marcha como debería. Pareciera que el día a día se ha transformado en un martirio molesto en el que son comunes los sucesos que atacan sin piedad a esta sociedad ya tan gravemente herida.


Ya no recuerdo el momento exacto en el que entramos en este letargo, en este sueño sin sentido al que fue inducido todo un país. Una pesadilla deprimente en la que pareciera que sobrevivir es una odisea. Todo se presenta como un laberinto complejo en el que cosas simples como una ida a la playa durante las vacaciones, comienzan a parecer no tan simples. El precio de un chocolate aumenta con cada mes que pasa. Es solo un ejemplo, de la mano del mismo fenómeno va la canasta alimentaria, uno no quiere ni imaginarse que precio alcanzará ésta a final del año.

Algunas frases como «a lo que hemos llegado», se han vuelto muletillas pronunciadas casi inconscientemente en todo momento. Los temas de conversación más comunes son también esas quimeras malévolas que arrasan con la tranquilidad del ciudadano común. La inseguridad que es apática al bienestar social y que asesina a los inocentes, el desempleo que no repara en el talento de nuestros profesionales, la escases de alimentos que no considera el hambre de las masas; todos estos son elementos promotores de una indignación que crece como un brote. Uno que, tal parece, aumenta con cada segundo que pasa.

Cada persona se ha transformado (así no lo hubiese querido) en un político en potencia. Entonces ocurre que la gran mayoría ve los sucesos constantes con la objetividad que estos requieren. En general, no somos un pueblo ciego, tampoco uno dormido, solo somos uno que está esperando. Pero esa espera no podría tampoco ser buena, ¿Se ha convertido esta nación en una bomba de tiempo dispuesta a estallar en cualquier momento? De no cambiar el porvenir nacional, es probable que así sea. Las reacciones de un pueblo ante la injusticia y los agravios sociales no están establecidas, son al contrario (siendo peor así) improvisadas y sorpresivas. Más aún con las adversidades que atropellan la voluntad de toda una nación por salir adelante. Si algo está claro es que, independientemente de la ideología de cada quien, todos nos vemos perjudicados por la telaraña de calamidades que no merecemos al pertenecer a ésta tierra tan rica.

La paciencia se agota y no hay nada más cierto, se ve en las calles, se siente en el ambiente. Claro, antes ésta había durado mucho tiempo, había aguantado demasiado.