Fotografía obra de Génesis Pérez.
Sigo
un tanto deprimido y creo que es importante aclararlo, todos tenemos el derecho
de entrar a dicho estado aunque se termine abusando de la opción. Llevo varios días
intentando cosas que ni siquiera logro terminar. No puedo dormir bien, tampoco
aclarar el desorden de mi cabeza. Solo continúo actuando mediante los más
simples impulsos de esta mente. Deambular por aceras con grietas de las que
aflora la más agresiva maleza, trasladarse en armatostes que suenan a viejo.
Entre calor, entre ilusión de cambios, entre bulla que nada dice y muchos
nuevos ideales.
Esto
no es lo que debió ser, sino lo que resultó luego de varios intentos fallidos.
Es una historia mal contada pero que curiosamente me pertenece. Entonces eso sí
es importante, la cuestión de que todo esto que me rodea sea mi obra. Y no solo
eso, también lo que está adentro, lo que se genera con cada palpitación, con
cada soplo de aire que respiro y luego se va para no volver nunca. Una película
llena de drama, de melancolía y de un final feliz que no termina por aparecer.
En el medio yo, como el protagonista que en realidad no tiene nada para decir.
Comienzo a entender la razón de mis silencios, las verdades ocultas en mis
defectos, los misterios que dejan de estar escondidos.
Tengo
sentimientos que lloran de vez en cuando porque nadie les presta atención,
tengo mañanas que parecen noches y noches que nunca llegan, tengo lo que perdí
y lo que nunca busqué, ese vacío que continúa llenando espacios. Las luces que
aparecen de repente son los deseos de un corazón anhelante. Son los sueños que
he podido recoger desde una niñez de juegos y dulces; sueños que aún me visitan
de vez en cuando como si fuesen espejismos. Luces que me llaman y a las que se
supone debo ir a buscar para sentir su calor. Pero aquí estoy, encantado por su
apariencia sin reunir el valor suficiente para ir a verlas más de cerca.
Entonces ocurre que dejan de alumbrar como antes y más bien comienzan a
titilar. Así es la cosa, yo soy el que termina dejando que el apagón ocurra.
Todo se queda oscuro y vuelvo a tener frío.
Entre
tanta meditación, creo que me toca aceptar que llegó el momento de pararme e ir
por algo distinto a las tinieblas. Ojala los días lleguen a ser más claros,
ojala que esas luces de las que he hablado se vuelvan faros que me guíen hacia
un mejor sendero. O sino, luchar por generar mi propia luz como si fuese un
bombillo que camina.