-Gracias por la vida y Disculpa por la Muerte-

Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots

Me pregunto qué acontecimientos deben ocurrir para que una sociedad en letargo pueda llegar a cambiar. Estoy triste, me siento como todo venezolano: harto de una situación que no sabe realmente como cambiar. También tengo temor mientras esta música tan triste se escucha de fondo. Es una canción reproducida al compás de los disparos que resuenan como tambores de guerra y que anuncian los cuerpos que caen sin poder volver a levantarse. Así está hoy nuestro país, bailando una sinfonía de injusticia que suena a homicidio. Al inocente, a los que despiertan temprano para ir al trabajo, a los que, independientemente de un color político, aman profundamente a este país; en fin, simplemente a todos, está dirigida la posibilidad de una bala deseosa de cuerpo y alma. No sé qué hacer, intento mantener la fe de un futuro mejor, ante tanto peligro eso se torna complicado. Todos mis amigos piensan igual, todos sufren la agonía de una esperanza que se desgasta, el anhelo de un país mejor. ¿Cuantas muertes ocurrirán diariamente dentro de esta geografía manchada de sangre? Seguramente más de las que el optimismo podría soportar conocer. La maldad anda libre por las calles amenazándonos, pidiéndonos bienes materiales mientras coloca algo sagrado en juego: nuestra vida. ¿Qué ocurrió Venezuela? ¿Cuándo olvidaste tu humanidad? Es nuestra culpa sí, preferimos voltear hacia otro lado cuando comenzabas a agonizar. Ya hoy en día, cuando hueles a muerte, se ha sustituido la libertad por la que tantos hombres lucharon en el pasado, por miedo del más puro y malévolo. Es ese mismo miedo el que yo quiero olvidar, aunque ya ni siquiera sé si eso sea posible. Lo que sí es seguro, es que esta es una nación llena de huecos. Espacios vacíos pertenecientes a los que se han ido buscando una mejor vida, y los que se han ido porque un arma les ha quitado la gloria de respirar. Pareciera que nuestra existencia vale lo que un fulano quiera hacer con ella. Cabe la decepción ante toda esta tragedia, pero por supuesto, en un sitio seguro, lejos del peligro, encerrado en la burbuja que hace tanto quisimos crear. En definitiva, mañana podría ser yo el que muera o resulte herido. Antes de que eso pase, quiero agradecerte Venezuela por haberme permitido nacer en ti, y disculparme por dejar que te mataran sin hacer nada para evitarlo.