Fotografía obra de VARL Photography.
Una de mis más grandes amigas
tiene lo que a muchos nos falta: optimismo. Parece mentira que hoy en día ese
elemento parezca extraño, como si estuviese en peligro de extinción. Sin
embargo, mi amiga lo tiene, no sé cómo pero realmente logra generarlo desde las
profundidades de su Ser. En esta época en la que nos tocó nacer y que se
muestra como la mayor de las quimeras, ella continúa argumentando que todo
mejorará. Me parece increíble que salga con esas cosas, todos tenemos clara qué
clase de realidad nos tocó vivir a los de nuestra generación. A veces creo
incluso que todo lo dice con cierta inocencia. Nada de eso, sus palabras
transmiten verdadera convicción, pero sobretodo, irradian esperanza.
Ella es solo una muchacha más,
sin menos, sin más. Por eso no logro entender de dónde saca tantas ideas
renovadoras, tanta fuerza en plena crisis. Anda en bus y camina por las aceras
intentando abrirse camino a pesar de cada obstáculo. Hemos sido testigos de cómo todo degenera, de
cómo el futuro se vuelve incierto y vivir la más brutal odisea. A pesar de eso,
frente a un escenario tan triste e injusto, en mi amiga continúa estable la
perseverancia. Tantas posibles razones que pudiesen explicar su voluntad única,
y resulta ser la más simple de todas: ella cree en la gente. Recuerdo el día en
que me confesó tan simple y noble cuestión, fue cuando entendí que ciertamente
algunas personas llegan a este mundo para salvarlo.
Pero mientras tanto, otros amigos
se van. Unos porque deciden hacerlo en
un avión, buscando otras tierras aunque se lleven la tragedia en los hombros.
Otros en un ataúd, siendo víctimas de esta violencia irracional que nadie sabe
cómo empezó, pero que hoy parece estar atada al destino de cada individuo. Ante
ambas desdichas solo queda una misma conclusión aparente: “nada mejorará”.
Vuelvo a ser yo mismo, tan pesimista como siempre. Hasta que me vuelvo a
encontrar con esa chica y tras algunas palabras llenas de ilusión, logra hacer
que yo crea en lo bueno que aún nos queda, en que vale la pena tener un poco de
fe. El optimismo se contagia gracias a quien lo emana.
A través de estas letras solo
quiero rendirle tributo a quien lo merece. Yo, que tengo el capricho de
escribir en este espacio que se queda sin papel, necesito a mi lado a personas
como esta chamita. ¿Cómo no? Si es capaz de creer en que el calor que se siente
no es porque todo se esté quemando, sino porque por fin está apareciendo el sol
de un amanecer.