Fotografía obra de Mariangela Venutolo. Fuente Original: Flickr
El tiempo me ha enseñado tanto
que probablemente sea el mejor de mis maestros. Me ha demostrado que todo
ocurre por una razón, a pesar de que algunas cosas no las logremos comprender
nunca; que somos capaces de alcanzar mucho, aunque también seamos nuestro peor
enemigo. No dudo que eso ultimo me haya pasado, creo que quizás no he
aprovechado lo suficiente mis oportunidades y que me han faltado por hacer
tantas cosas como estrellas hay en el cielo. No quiero engañar a nadie, prefiero
admitir que aún lloro cuando me provoca, que a veces me siento como un muchacho
nostálgico en esta extraña ciudad. Pero aquí estoy, intentando nuevos intentos,
creyendo como buen obstinado que no todo está perdido.
No hago más que creer en este
momento que me parece la maravilla más grande. Lograr ir hasta donde solo la
imaginación nos puede llevar, esa sí que es una motivación para continuar.
Recuerdo cuando era niño y todo parecía posible, en realidad no lo ha dejado de
ser, aunque a veces lo olvide. Poder cumplir mis promesas y cerrar mi
puño al pensar en lo que deseo. Lograr fabricar momentos inolvidables y
que esta historia sea contada por otras personas. Si alguna vez había querido
algo de verdad, este es el instante preciso en el que quiero se vuelva
realidad. Porque mis dudas están, pero no me esclavizan. Estoy yo, está mi
familia y mis amigos, está mi país.
Y está mi libertad que recae en
poder sentir lo que deseo sentir, en luchar por lo que deseo luchar. Pero también
en lo simple, en lo sencillo, en cada nube que pasa y todas mis madrugadas de insomnio.
Mi libertad es la mirada de mi chica con sus grandes ojos encandilándome, sus besos en la distancia. Mi
libertad está en cada mañana de domingo que no contenga ningún arrepentimiento,
pero también en cada noche de sábado en la que no me sienta mal por no salir de
fiesta. Mi libertad es todo lo que soy, mi voluntad, esta odisea personal. Con
ella no es necesario volver a casa para sentir que estoy en mi hogar. Cosas así
nadie me las podrá arrebatar.
Son las cuatro de la mañana, creo
que es una bonita hora para renovar esperanzas, para sonreír ante nuevos sueños
y, sobretodo, para volar hasta el amanecer.