Fotografía obra de Génesis Pérez.
De tragedias propias yo ya he hecho un libro, pero créeme
cuando te digo que este capítulo que estoy escribiendo poseerá más páginas que
cualquier otro.
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Mi problema no es contigo soledad, mi problema es que tenga
que lidiar conmigo mismo cuando estás aquí.
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Abrazar por última vez esta esperanza es a la vez querer que se vaya, es esperar que esa persona sea feliz sin que yo se
lo impida.
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A veces pienso en lo que no ocurrió, es muy injusto tener
que cargar con eso.
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Y si el amor vuelve a sonreírme alguna vez, espero
merecerlo, espero no ser el mismo de ahora. No quisiera asesinar más
sentimientos que suplicaban vivir.
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Podría tratarse de esperar algo mejor, aunque muy en el fondo
sepa que no llegará, o que sí así ocurriese, yo igual no le prestaría atención.
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Ahogarme en licor hasta que mi corazón deje de sentir, hasta
que comience a latir lentamente porque ya no le quede espacio para tanta
pena.
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Soy esta tristeza que no acaba, que no mengua, que aumenta
con cada respiración. Esa que es
indefinida como el despecho de su portador.
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No me iré de este espacio. Me quedaré sonriéndole a la nada
porque ella es la única que conversa con mis silencios.
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Una noche que no verá la mañana. Adiós al Sol que me
alumbró, yo me quedaré llorándole a esta luna.