-El país que será-


Fotografía obra de Efraín Rivera.

Créeme, lo entiendo perfectamente. Yo también vivo esta realidad enrevesada, yo también atravieso calles desoladas por la delincuencia y la muerte; también tengo incertidumbre entre los parpados ante un devenir tan confuso. Soy uno más de esta gran masa de personas que tiene sueños, que no desea dejar de generarlos, pero que ve como éstos se apagan por este difícil entorno. Salgo a buscar esperanza cada mañana, aunque presienta que mis esfuerzos se queden cortos para la noche. Convivo con esa escasez que aborrecen los estómagos, con la idea de que mañana la vida rebasará los estándares que podamos pagar. Mi futuro es una idea, y esa idea no siempre desea ser pensada; nadie desea un futuro como este presente que debería convertirse en pasado. Cargo esta historia llena de nombres heroicos a los que se les deberían hacer honores con nuestras acciones constantes. Yo soy un venezolano común como tú, como el vecino, como todos los que habitamos estas fronteras tricolores. Por eso te repito, entiendo tu deje de desespero ante la realidad del país, ante todo lo que representa este delirio llamado actualidad.


Pero también quiero que me entiendas tú a mí. Deseo que comprendas que si sonrío constantemente es porque permanece vigente ese humor nato que nos caracteriza como nación. Que si miro al horizonte con esperanza es porque solo eso puede desplegar nuestro cielo azul. Que la consigna de que todo saldrá bien no es únicamente un anhelo caprichoso, sino la certeza de que dicha cuestión es verídica, de que cada acción diaria está orientada a su búsqueda. Es inevitable sentir que el alma se agranda ante estos pensamientos.  Saber que este suelo es un paraíso porque Canaima insiste en recordármelo, porque el mar Caribe me susurra con cada ola que fui afortunado al nacer aquí. Nadie negará jamás que esta geografía vale cada lucha, cada impulso que intente dar correspondencia a tanta grandeza.

Para este punto solo nos resta continuar. Lograr ese país que no deja de parecer ilusión, pero que se mantiene escondido en la mirada de todos sus habitantes. Porque Venezuela no es solo esta intrincada patria llena de calles ciegas. No es solo esa persona que alista las maletas buscando un mejor futuro en otra nación, o que se descubre extrañando lo que ha dejado estando ya lejos. Es algo más que esta problemática que nos aturde, que seca nuestro optimismo. Entonces surge en este momento un nuevo hilo de luz cegadora, todo por una idea que puede tocarse para quien desee creer en ella: Venezuela no es solo lo que es, sino lo que será.