Fotografía obra de Alberto Rojas. Fuente Original: Caracas Shots
Mi
disco duro está saturado. Ya no sé cuántos cielos habré visto, aunque en el
fondo sospechara que era el mismo siempre. Soles disfrutados en la playa con
una cerveza fría, lunas siendo centinelas de la ciudad al transcurso de una
madrugada de fiesta. Perdí la cuenta de cuantos selfies fueron tomados buscando
inmortalidad en los confines de cámaras fotográficas. Tampoco sé la cantidad
exacta de canciones escuchadas para la banda sonora de mis días, menos aun las
que llegué a dedicar. Una infinidad de objetos que guardan una historia
particular, todos en un cajón del viejo del armario. Y yo aquí, mirando a la
nada mientras hago este inventario.
Una
variedad increíble de risas que lograron salvarme, ese es un súper poder
nato de los venezolano. Acuarelas de colores mezclados en las inmensidades de
mi imperio, todas como resultado de alguna incoherencia que intentaba ser artística.
Idas y venidas en buses de carrocería marchita, aprendiendo lo que se podía en
cada viaje. Caminatas a través de aceras y grietas entre el concreto, por
veredas de ilusión y avenidas de fantasmas nocturnos. Libros, bolígrafos, hojas
blancas, caramelos, pantalones ajustados y silencios necesarios.
He
disfrutado de todos los edificios altos y los semáforos centinelas. Cuantas no
fueron las luces generadas por postes que me guiaron a través de la noche. No
todo ha sido tan trágico en el escenario de esta historia. Continúo
agradeciendo los cafés que me regala el destino, todas las arepas que van enviando
la providencia. Agradezco por mis pensamientos más humanos, pero también los de
índole élfica. Y aunque mis historias de amor hayan sido pasajeras, en este
presente se desarrolla una con miras a la eternidad. Nadie me arrancará los
pedazos de esperanza que he logrado encontrar.
La
gente que también almaceno en las profundidades de una memoria con olor a
incienso. Muchos se han ido del país, algunos se han quedado anhelando otras geografías,
a otros simplemente no los volví a ver. A todos los extraño y a veces me siento
solo, con cada uno quisiera hablar ahora mismo, lograr contarles algún chiste. Mi
tributo hacia ellos radica en no olvidarlos. Por los haters y los hipsters, por
los soñadores y los criollos, los gamers, las bailarinas, los extraños, y
cuantos etcéteras se pueda imaginar; por todos ellos también va esto.
Supongo
que la memoria es un instrumento de dicha y martirio, de alegrías y nostalgias.
Tantos cachivaches guardo en la mía, y lo único que deseo es continuar coleccionando
nuevos.