Fotografía obra de Celso Emilio Vargas Mariño
El
tipo ha decidido hacer una película. Conoce ya los planteamientos técnicos
sobre la estructura del guión, la correcta iluminación del espacio, la fotografía,
la musicalización, etc. Por fin ha dado el paso desde lo etéreo de sus ideas increíbles hasta la realidad del lente de la cámara. Lo que sigue entonces es el infinito a la
disposición de ser captado, es la esencia de lo audiovisual llamándolo a que inmortalice su historia.
Anhela
ser un astronauta del universo del cine que por tanto tiempo le ha enmarañado
la mente. No le importa sumirse meses en la filmación de su obra, no le
interesa el poco presupuesto con el que pudiese contar. Ni siquiera rapara en
el hecho esencial de que su producción no llegue a tener un público. Solo
quiere crear, es un deseo sincero, de esos que solo se bastan a si mismos para
sobrevivir.
Como
todo artista soñador, él también se cansó de no hacer nada ante lo pasajero, de
que los momentos muriesen en su mala memoria. Por eso sus ojos brillan cuando
piensa en retener cuanto exista en aquellas cajas celestiales que tanto lo
maravillan. Todo lo que ellas almacenen serán de su propiedad, pero también de
quien desee hacer suyo dicho contenido. La dimensión alterna que logre
entretejerse en la filmación contendrá parte de su esencia, no solo imágenes en
movimiento. Nunca se ha sentido tan feliz, la oportunidad que se le presenta no tiene comparación.
Sin
embargo, algo extraño sucede en medio de aquel frenesí artístico que acaba de
experimentar. Comienza a sentir que lo observan, que detallan cada parte de su constitución,
incluso que pueden escuchar lo que está pensando. ¿Qué es esto? Escucha risas y
murmullos a su espalda. Voltea rápidamente y da con un rectángulo
oscuro que flota en el aire y en donde se enmarca el gran público de una sala
de cine…
Reconoce horrorizado la verdad que regirá su existencia: su vida es la obra que otro desarrolló. Solo fue el integrante de algún guión
ajeno, de la película a la que alguien más daría play a voluntad. El gran
Audiovisualista entiende la ironía fílmica de su destino.