Fotografía obra de Víctor Alfonso Ravago.
Mientras se acaban las horas de un gran año, aparecen nuevos
planteamientos. Escribir esto es un capricho, un algo que
probablemente no pase a la eternidad, una Entrada que no tendrá salida. No será
exactamente igual a lo que pase por mi mente, pero nada de lo redactado hasta ahora lo
ha sido. Lo importante aquí es que por lo menos exprese, al fin y al cabo,
el año está por reventar.
Agradezco de corazón por todo lo sucedido, no por mera
formalidad sino porque lo siento necesario. A la vida por lo que me ha dado,
quitado, negado, hecho esperar. Por quienes me rompieron el corazón, y quienes
me ayudaron a andar en ese proceso. A los amigos por decidir andar a mi lado y
permitirme hacerlo al suyo. Gracias a quien me enseña, al universo
entero. Este agradecimiento se queda corto, lo sé. Sobre todo si es a Ella a
quien debo dárselo.
En estos 365 días pasaron tantas cosas que mi conciencia
decidió tomar todo este año como una vida entera. Es decir que nací el 1 de
enero y moriré este 31 de diciembre. Para el próximo año (falta muy poco) será
otro yo quien se siente a la mesa, el anterior se volverá un recuerdo. Quizás todos
seamos eso nada más, memorias que otros evocan.
No sé si mis viejas deudas hayan sido pagadas, tampoco me
importa realmente. Desconozco si lo que hago tuvo, tiene o tendrá algún sentido,
pero eso también me tiene sin cuidado. Lo que es cierto, lo que sí puedo
asegurar desde el fondo de mi alma, es que no me detendré, no dejaré de
intentarlo. Sea lo que sea que resulte, moriré una vez más con la frente en
alto, sin parecer mártir, siendo yo mismo.
Este año se acaba y durante él no pude teclear una maquina de escribir. Las fiestas se mudaron a otros barrios lejos del mío y ya
nadie sale a regalarse uvas. Por mi parte, la ilusión de emigrar fue sustituida
por el anhelo sagrado de quedarse y cambiar. Nada es como
antes, todo transmutó.
Espero volver a la playa, al fin podría
pagar tantas promesas acumuladas. Ahora mismo suena en la radio la Billos y mis
esperanzas se ven renovadas. Afuera hay un país escondido entre ilusiones y
espejismos. Este año me esforcé muchísimo por lograr encontrarlo, por ver lo desconocido
en estas fronteras. Así soy, un soñador empedernido que cree en lo imposible.
Ser así tiene sus contras, yo solo quiero ganarle a las nubes grises.
Ahora mismo los fuegos artificiales vuelan en el cielo como
luces kamikazes deseando explotar. Mi gata huye porque le aterran esos inventos
humanos. La familia se toma de las manos para hacer la clásica oración de fin
de año. Nadie se percata si quiera que yo agonizo. A las 12:01 am yo habré resucitado al fin. Todo esto lo escribí
para dejar constancia de que, a pesar de todo, fui feliz en esta reencarnación.
Algún día entenderé porque incluso del fin de año debo hacer un evento dramático y rebuscado. Mientras no sea así, quiero
creer en que los próximos doce meses serán increíbles. Una vida entera por
vivir.