Días de amigos, risas, aprendizaje, sueños por alcanzar.
Días de furia, tristeza, estrés. Mis días, al fin y al cabo, son trastos
queridos.
Buscar inmortalidad en cada esquirla de existencia que se
vaya desarrollando.
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Sin olvidar raíces, de donde se viene, lo aprendido y no
olvidado.
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Mantenerme atento, sin dormir, sin descansar. Mantenerme vigente,
sin dar paso a dudas. Mantenerme, de eso se trata.
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Fiestas llenas de adrenalina, estrellas iluminando la
playa. Aún guardo esas memorias y las revivo porque realmente las disfruté.
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Ir hasta ti porque permaneces en mí. Dar contigo porque estás
conmigo. Ser tuyo porque te pertenezco.
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Ser parte de los mensajes de texto, las cervezas frías, el
sol, las canciones, los libros leídos, la casa de la abuela, los romances.
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Despertar cada mañana con ganas de salir a crear, cambiar,
idear. Dormir cada noche con ganas de despertar de la misma forma.
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Un destino en blanco y negro, colores brillantes, líneas curvas
y rectas, luces, sombras, montajes, desorden. Un destino mío únicamente.
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Si el mundo se acaba o yo muriese inesperadamente, me iría
sin ataduras ni deudas, con muchos cuentos que echarle a los demás espíritus.