Fotografía obra de Víctor Alfonso Ravago.
El
día se levanta en Puerto Ordaz, sin lluvia ni frio, sin victoria ni derrota.
Este servidor se dispone a salir con una cámara que intentará captar algo más que
solo imágenes. Esencia vital, de eso se trata. Toda ciudad posee la suya y
yo deseo encontrársela a esta que tanto quiero.
Las
horas pasan entre el silencio de cada plaza abandonada, parque
oxidado o cancha de futbol en la que ya nadie juega. Calles que se entrecruzan
formando laberintos planificados. Sueños en cada casa, en cada Urba, cada
apartamento de cada edificio. Son siluetas invisibles que sostienen esta polis.
Montado
en autobuses llega la meditación e incluso cierto tipo de catarsis. El centro
permanece activo, inquieto, vibrante. Poz se muestra latente a través de su gente. Ruidos
de carros yendo y viniendo desde la nada con destino a la nada. Atardeceres
llenos de colores psicodélicos. ¿De dónde nacen esos pigmentos que atrapan
e hipnotizan cuando muere la tarde? Le dedico a la vida este cielo, mientras la
cámara alucina al presenciarlo.
Al
fondo un montón de torres industriales que dejan deslizar minerales desde las
alturas. Ríos ancestrales que rodean todo. Te sorprendes al
recordar un día cualquiera que vives junto a esas inmensidades, que tienes
todo el derecho del mundo en ensanchar tu pecho al pronunciar Orinoco y Caroní.
Aceras
agrietadas, baches en el asfalto, rayado que necesita ser pintado nuevamente,
letreros peatonales tiroteados, edificios con ascensores prehistóricos. Invasiones
que crecen de la tierra y que al cabo de poco tiempo ya son un laberinto lejos
del urbanismo planificado. Contaminación descontrolada, inconsciente, insensata.
Redoma
La Piña, Redoma de La Paz, Redoma Chilemex. Plaza Monumental, Plaza del Hierro,
Plaza de las Banderas. Vendedores, ingenieros, comerciantes, obreros, niños
cirqueros en los semáforos. Llovizna, Cachamay, Loefling. Las Amazonas, Las Teodokildas,
Core 8, Villa Bahia, Las Colinas, Barrio Guayana. Unare, la parroquia más grande.
Un número exorbitante de Villas. Avenida Atlántico, Paseo Caroní, Avenida
Caracas, Avenida Guayana, Avenida Las Américas.
Vuelvo
a la oficina porque el tiempo se acabó y debo repasar lo que logré capturar. Siento
que no pude fotografiar nada con verdadera importancia. Me dirijo a la ventana
y desde aquel gran edificio creo poder abrazar Alta Vista. Entonces dejo de pensar
en el trabajo y se cuela lo que ha sido aquel recorrido. Estoy
tranquilo porque le he dado todo a esta tierra. Es suya toda la inspiración que
podría generar, y mi Puerto Ordaz la recibe sonriendo. Ella es la niña de mis
ojos, la musa de todos mis desvelos creativos. Es la razón de cada causa, la
promotora de mis anhelos.
Entiendo
que tengo tatuado el nombre y el apellido de este sitio. Querida Poz, no pierdas
vigencia, crece y reencarna, lucha sin descansar. Dale asilo al que llega desde
lejos y al que hoy nace para heredarte. Porque así eres, de todos y de nadie. Creo haber encontrado tu esencia, no en las fotografías que te tomé, sino en mi corazón, donde siempre estuvo
fluyendo. No me iré de ti, seguiré a tu lado, moriré contigo.