Fotografía obra de Juan Mattey. Fuente original Flickr
Hola extraña, te ves bien.
El tiempo
ha pasado sobre nosotros pero le hemos sido tercos.
Hemos soñado y logrado, hemos
sufrido y curado.
Por eso este día es distinto, como nosotros
ahora.
Recuerdo días en blanco y negro.
Recuerdo cuando nos decíamos inmortalidades y buscábamos
acomodar un destino juntos.
También recuerdo llamadas para
despertar.
Míranos ahora, las cosas no
salieron mal después de todo.
Seguimos siendo los mismos aunque
seamos diferentes.
Decimos el mismo tipo de chistes
y es increíble que aún nos den risa.
Perdón si te aburro, perdón si te
parezco un escandaloso que agita mucho las manos por la emoción.
La verdad es que no esperaba volver
a encontrarte en esta reencarnación.
Me gusta pensar que las cosas
pasan de cierta forma no por un plan mayor sino porque la casualidad opera con
magia en sus procesos.
Espera, ya me estoy poniendo dramático
y todo eso.
Entiende que no entiendo cómo
funciona esto.
No sé bien qué decir, qué hacer o
pensar.
No te rías de mí pero estoy más
nervioso que el día en que nos conocimos.
Por cierto, cada pedacito de
superficie, cada detalle ínfimo en la composición de ese día lo recuerdo bien.
Entonces mira, si de algo vale un
último intento kamikaze, te invito a tomarnos algo.
No tengas miedo, igual hace frio
y a mí los cafés me siguen quedando bien.
Me puedes contar cuál es tu nuevo plan para
salvar al mundo.
Explicarme qué sueños no te dejan dormir por
querer hacerlos realidad.
Y qué piensas hacer de aquí a un
año.
Vamos, hagámoslo.
Igual si pasa algo más y para la
medianoche nos hemos fusionado en un solo ser, te aseguro cariño que no habrá
mejor destino que morirme por tanta vida.
Si no pues que no pase nada y solo continuaré riéndome
a través de tu risa.
Las dos posibilidades sirven y
salvan.
Ven que la noche es larga y
la existencia muy corta para desperdiciar el habernos encontrado.