Fotografía obra de VARL Audiovisual
Estoy sentado sobre la cama en posición de flor de loto aparentando que sé
lo que hago. Los ojos cerrados. Los dedos índice y pulgar de ambas manos tocado la yema del otro. La verdad es que nunca se me ha dado meditar ni ninguna de esas
excentricidades. Tengo demasiado mundo en mí como para intentar alcanzar lo
astral. Demasiado peso en los hombros y días difíciles en los parpados.
Pero esta vez he llegado a un
callejón sin salida. Estoy más solo que la soledad en sí misma y con demasiadas
manchas de tinta en el expediente de los errores. Por eso me refugié en mi
cuarto, el único rincón en el que me siento seguro. Apagué las luces, prendí
una vela e intenté creer por primera vez en algo que no fuese la condición
humana.
Ya llevo media hora sentado con dolor de piernas por la incómoda posición. Me han picado algunos
mosquitos y el calor es horrible. Sigo pensando y repensando mi vida, o ese conjunto de trastos que llevan
ese nombre. También vuelvo a pensar en el síndrome que presenta mi memoria,
siempre precisa con los malos recuerdos y borrosa con los buenos. Es una
especie de acto masoquista, autodestructivo. Claro, igual no soy un tipo pesimista (pienso),
solo uno demasiado severo consigo mismo.
Mientras tanto en este planeta se
matan por combustible, el mismo que servirá para echarle a carros como las
ambulancias, que son para salvar vidas. Curioso, ¿no? También lo hacen por objetos
o poder. En unos años nos mataremos por agua, esa será otra ironía. O de
repente ya no quede nadie vivo para ese punto. Ocurren cosas serias
y yo no he hecho nada para evitarlo. He pasado la gran mayoría de mis días
sobre esta tierra luchando contra mis demonios internos, obviando que afuera
hay un infierno esperando ser apagado. Estas son alegorías, repito, no
soy un tipo pesimista, o por lo menos no quiero llegar a serlo.
Quiero ser un tipo diferente. De
esos que se despiertan cada mañana y, con una taza de café en las manos, se
asoman al porche a ver el amanecer, llenarse de energía creadora y salir a la
calle al génesis de sus sueños. Quiero darme a mí mismo la certeza de que todo
saldrá bien, de que se accionarán los acontecimientos y al final de este capítulo
habrá un final feliz. Prefiero creer en el poder del amor, de la vida y de que
hay gente buena. Si no confío en ello con mis fuerzas, yo también estaré perdido. La verdad esta
historia se resume en que aún tengo el sueño de querer salvar mi
mundo, el mundo, cualquier mundo.
Abro los ojos. Me estiro
y bostezo. Hablar con uno mismo es siempre un proceso complejo. Yo tenía tiempo
con autocensura a mis propios pensamientos. Ahora que he podido recomenzar la
relación conmigo mismo sé que podría llegar a entender nuevas cosas. Por ahora
me acostaré a dormir, mañana hay trabajo y tengo que entregar un informe.
Preferiría seguir despierto, conociéndome más, pero también me da un poco de
miedo que termine cayéndome mal.