Yo vine a hablar de algo. Mmm, ¿qué sería? Es confuso, no
puedo recordarlo. Ahora mismo son las 18:33, llevo toda la tarde intentando una
cuestión que… ¡Ah! Acabo de acordarme, quería decir un pretexto que justificase por
qué no había escrito en los últimos meses con la misma constancia que en los
años pasados. Pero la verdad creo que no hay muchas razones para inventar, simplemente
estaba en modo “ahorro de energía” respecto a esta cuestión de publicar y compartir lo que se se me iba ocurriendo. Vaya, ese parece sincero al menos, todo sea por no llegar al punto de admitir el hecho de que había
mandado al carajo, al menos parcialmente, el hábito de escribir. Quería estar sin
tantas letras, tantas historias y tanto drama.
Verán, nunca me llamo a mí mismo escritor. La escritura es
un oficio y por tanto conlleva disciplina y constancia que sumen a la técnica. Supongo
que luego de cinco años de escribir constantemente sigo pensando que en
realidad estos elementos no se encuentran presentes en mi quehacer constante. Sí, lo digo cuatro libros después, pero eso no cambia nada. Entonces ¿qué soy? Solo soy un muchacho al que le gusta contar cosas, supongo. Uno que dejó de hacerlo con la frecuencia de antes y que ahora viene acá
a dar explicaciones tontas sobre su partida temporal.
Pero es que entiéndanme, las personas que están metidas en
el... ¿arte? Mmm, no le llamemos así, mejor digamos esto: las personas que buscan formas de expresarse. Bien, esas personas tienden a sumergirse entre
los mares de la intensidad. Hablan sobre libros, pinturas, películas,
música, poesía, ensayos, y qué sé yo. Eso no está nada mal, no me malentiendan ya que, de hecho, son más bien elementos sublimes y que transgreden las barreras entre la imaginación y la
realidad siendo canales a dimensiones a las que no podemos llegar fácilmente.
Pero qué pasa cuando estás tan metido en la medula de dichas manifestaciones, cuando es así, lo mejor es un descanso.
Y a descansar me fui al menos unos meses. Y aquí me tienen,
todo el párrafo anterior es para explicar eso. Me fui a ver comiquitas en la
televisión, a hablar con mi mamá, a estudiar para los exámenes, trabajar, hacer
mercado, tomar café, reencontrarme con mis amigos y emborracharme, bailar en
las fiestas, ver lo contaminada que está mi ciudad, ver nuevos lanzamientos de sneakers, entre otras cosas. Y me siento bien (demasiado bien) de haberlo hecho.
Porque no podemos atarnos a ningún hábito hasta el punto de pensar que estamos mal por dejar de hacerlo. Prefiero vivir una vida tranquila, ser un hombre
sincero de donde viene la palma.
Ahora estoy aquí otra vez, con la misma laptop en la que
escribo desde hace más de 5 años y meditando nuevos escenarios, preguntándome si continuaré
escribiendo y si habrá final feliz. Para este punto me conformo con que exista un final por lo menos.