Fotografía obra de Génesis Pérez
-Quiero que sepas que me gustas. Sí, me gustas de
gustar. Me gustas y decirlo suena hasta
bonito. Te lo digo porque siento que tengo una oportunidad contigo, de hecho,
creo que tenemos mucho en común. Por ejemplo, los dos pertenecemos a la especie
humana y existimos en un mismo espacio durante un determinado tiempo. ¿Ves? No
tuve que pensar mucho para decirte dos cosas que compartimos. Incluso, si lo
piensas detenidamente, con tanta casualidad podría considerarse que estamos
hechos el uno para el otro.
» Te preguntarás por qué no te lo había dicho antes, la respuesta es porque estaba esperando el momento ideal. Bueno, eso sumado al hecho de que me aterraba tu cercanía. Timidez, esa es la palabra. Ya es cosa del pasado, la he superado gracias al redbull, a las palabras de aliento de mis amigos y a un encuentro del tercer tipo en el que un extraterrestre me advirtió que el virus que mata a los humanos es el arrepentimiento. Yo no quiero esas gripes de vida, no quiero llegar a viejo y pensarte como el “quizás pudo ser” más triste de todos. Yo lo que quiero es caminar a tu lado y…
» Mmm, lo siento, me estoy adelantando. Primero lo primero, es decir, la declaración. Yo te he visto muchas veces, ¿sabes? Más de las que me gustaría mencionar. En una estabas leyendo un libro cuando ibas en un autobús de la ruta 9. Quería hablarte, quería recomendarte las novelas de Miguel Otero, los cuentos de Garmendia y los poemas de Miyó Vestrini, pero no pude, me quedé ahí viéndote pasar hojas mientras sentía que el cuaderno de mi vida se llenaba de polvo, de olvido, de impotencia al no tener el valor de seguir la guía del brillo más bonito que unos ojos puedan tener.
» Me pregunto qué buscas más allá de ti, qué esperas de otras personas, qué quieres, qué amas. Me pregunto tantas cosas que olvido responderme a mí mismo si no estaré haciendo el ridículo ahora mismo. Verás, esto se trata de incondicionalidad. Descubrí esa palabra al querer una vida entera a tu lado sin siquiera haber ido juntos a la panadería. De hecho, he entendido que estamos conectados y que dicha conexión es también incondicional. Qué sensación tan grande. No sé si estuvimos juntos en vidas pasadas, pero puedo asegurarte que lo estaremos en las futuras a partir de esta.
» Así que me gustas. Me gustas y vuelve a sonarme bonito esa afirmación. Tanto como el café, los amaneceres y ver hacia arriba cuando camino bajo los árboles. Todas esas sensaciones se hacen nada con tu recuerdo. Por eso he perseguido el sol intentando encontrarte. Lo mío es una querencia desmedida y te pienso hasta cuando dejo la mente en blanco. Uno no planea estas cosas, no calcula el acto suicida de enamorarse. Uno solo lo vive como un azar, solo lo siente con todas las células del cuerpo y la integridad sutil del alma.
» Ahora has trascendido los límites del crush ordinario. Y yo aquí, con un corazón en las manos y mucha sangre escurriéndose hasta el piso, llego hasta este instante en el que te pregunto, ¿qué piensas de todo esto?
-...
» Te preguntarás por qué no te lo había dicho antes, la respuesta es porque estaba esperando el momento ideal. Bueno, eso sumado al hecho de que me aterraba tu cercanía. Timidez, esa es la palabra. Ya es cosa del pasado, la he superado gracias al redbull, a las palabras de aliento de mis amigos y a un encuentro del tercer tipo en el que un extraterrestre me advirtió que el virus que mata a los humanos es el arrepentimiento. Yo no quiero esas gripes de vida, no quiero llegar a viejo y pensarte como el “quizás pudo ser” más triste de todos. Yo lo que quiero es caminar a tu lado y…
» Mmm, lo siento, me estoy adelantando. Primero lo primero, es decir, la declaración. Yo te he visto muchas veces, ¿sabes? Más de las que me gustaría mencionar. En una estabas leyendo un libro cuando ibas en un autobús de la ruta 9. Quería hablarte, quería recomendarte las novelas de Miguel Otero, los cuentos de Garmendia y los poemas de Miyó Vestrini, pero no pude, me quedé ahí viéndote pasar hojas mientras sentía que el cuaderno de mi vida se llenaba de polvo, de olvido, de impotencia al no tener el valor de seguir la guía del brillo más bonito que unos ojos puedan tener.
» Me pregunto qué buscas más allá de ti, qué esperas de otras personas, qué quieres, qué amas. Me pregunto tantas cosas que olvido responderme a mí mismo si no estaré haciendo el ridículo ahora mismo. Verás, esto se trata de incondicionalidad. Descubrí esa palabra al querer una vida entera a tu lado sin siquiera haber ido juntos a la panadería. De hecho, he entendido que estamos conectados y que dicha conexión es también incondicional. Qué sensación tan grande. No sé si estuvimos juntos en vidas pasadas, pero puedo asegurarte que lo estaremos en las futuras a partir de esta.
» Así que me gustas. Me gustas y vuelve a sonarme bonito esa afirmación. Tanto como el café, los amaneceres y ver hacia arriba cuando camino bajo los árboles. Todas esas sensaciones se hacen nada con tu recuerdo. Por eso he perseguido el sol intentando encontrarte. Lo mío es una querencia desmedida y te pienso hasta cuando dejo la mente en blanco. Uno no planea estas cosas, no calcula el acto suicida de enamorarse. Uno solo lo vive como un azar, solo lo siente con todas las células del cuerpo y la integridad sutil del alma.
» Ahora has trascendido los límites del crush ordinario. Y yo aquí, con un corazón en las manos y mucha sangre escurriéndose hasta el piso, llego hasta este instante en el que te pregunto, ¿qué piensas de todo esto?
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